Conocimiento neuropsicofuncional}

El estado liberal:


De este pacto, pues, surge el Estado. Pero, al contrario de lo que sucede según Hobbes, el poder del Estado no pasa a ser absoluto, sino representativo. En otras palabras, los gobernantes están al servicio de los individuos, ya que estos renuncian a parte de su libertad para que la autoridad proteja sus derechos.

La división de poderes:


 La diferencia más evidente entre el planteamiento político de Hobbes y el de Locke es que en el primero la teoría del contrato social sirve la legitimar el absolutismo político, mientras que el segundo es una defensa del liberalismo y un ataque frontal y explícito al autoritarismo real. Uno de los puntos clave para evitar el absolutismo real es, según Locke, la división de poderes. El poder no puede centrarse en unas únicas manos, porque este sería el camino más rápido hacia el abuso y la corrupción. Locke sostiene que en cualquier sistema político pueden distinguirse, y de hecho se han de distinguir, tres tipos de poder: legislativo, ejecutivo y federativo.

Origen de nuestras ideas:


Según Locke, solo podemos acceder al mundo que nos rodea y conocerlo mediante las representaciones que nos hacemos de él, ya que estas ideas constituyen los contenidos básicos con que trabaja el entendimiento. Para ello, lo primero es constatar que no hay ideas innatas, que ninguna idea es connatural al entendimiento y que, por lo tanto, no hay ningún tipo de contenido mental anterior a la experiencia. Dicho de otra manera, cuando nacemos la mente es una white paper.

-Las ideas simples son las que no pueden dividirse en partes y que provienen de la experiencia: de la sensación o experiencia externa. O bien de la reflexión o experiencia interna.

-Las ideas complejas son fruto de la labor de combinación y uníón de las ideas simples que realiza el entendimiento.

Origen de nuestras ideas de Hume:


Para Hume todos nuestros contenidos mentales son percepciones. Y todas las percepciones provienen de la experiencia, ya que no existen ideas ni representaciones mentales que sean previas a aquella. El innatismo, tal como sostuvo

Locke, es falso


 Hume, siguiendo a Berkeley, no quiere dar por hecho que nuestras percepciones sean representaciones del mundo. Por este motivo las clasifica, según el grado de vivacidad, en dos tipos: impresiones e ideas.

-Las impresiones son las sensaciones inmediatas de la experiencia: imágenes, pasiones y emociones


-Las ideas, en cambio, son productos de la imaginación y de la memoria que no consiguen imitar el grado de intensidad de los originales. Una cos en sentir un frío intenso y otra muy diferente recordar aquel frío que pasé un día.


Nuestras percepciones, además de clasificarse en impresiones e ideas, pueden organizarse siguiendo otros criterios. Así, según su procedencia, las percepciones se dividen en:


Percepciones de sensación

Son aquellas que provienen de los sentidos. Por ejemplo, la visión del color rojo o el olor de azúcar quemado.


Percepciones de reflexión

Son estados exclusivamente mentales, como el aburrimiento que nos produce esperar el autobús o la satisfacción que nos proporciona aprender cosas nuevas.

Según su composición, las percepciones se clasifican en:



Simples

No pueden dividirse en otras menores. Por ejemplo, el dulce aroma de un perfume o el tacto del terciopelo…


Complejas

Pueden distinguirse y dividirse en otras más simples. Por ejemplo, la percepción de una rosa roja se descompone en otras más simples: el olor, el color, el tacto…

El problema de causalidad de Hume:


La conexión causa-efecto, además de una ley de asociación de ideas, es una relación que atribuimos a los acontecimientos que suceden en el mundo. La validez de esta relación ha sido aceptada acríticamente durante mucho tiempo. Hume, que desconfía siempre de las posiciones dogmáticas , quiere examinar la legitimidad de esta idea. Lo hace aplicando el principio empirista: para toda idea o creencia se ha de comprobar de qué impresión es copia; en el caso de que no se halle el original, esta debe ser rechazada por ilegítima. Ahora bien, Hume recurre a la experiencia para dar validez a este supuesto conocimiento, y no encuentra ninguna impresión de necesidad entre el fenómeno A, que consideramos causa, y el fenómeno B, que llamamos efecto. Después de este análisis, Hume concluye que la idea de conexión necesaria es fruto de la imaginación. Al observar en innumerables casos cómo un fenómeno va seguido de otro, tendemos a considerar, llevados por la costumbre o el hábito, que siempre sucederá así. Esta proyección del pasado hacia el futuro resulta muy útil para vivir, ya que, sin ella, el mundo se volvería caótico e imprevisible. Ahora bien, a pesar de la utilidad que Hume le reconoce, constata que una costumbre solo puede proporcionar creencias, pero nunca conocimiento universal y necesario.


El contrato social de Rousseau: Rousseau consideraba inútil soñar con un retorno al antiguo estado natural de bondad e inocencia. Sin embargo, creía que había una posibilidad de regeneración moral para el ser humano: el contrato o pacto social. Este era el resultado del intento de armonizar individuo y sociedad, de legitimar el orden social conservando la libertada política. Perdido el estado de naturaleza, el hombre, para sobrevivir, se ve impulsado a constituir asociaciones que le protejan. Los seres humanos, asociados mediante un pacto, crean las condiciones para que se respete la voluntad general. Lo esencial en el pacto social es un intercambio: cada ser humano somete su persona y todo su poder a la dirección de la voluntad general y, a cambio, cada miembro de la sociedad es acogido como parte indivisible del todo. Rousseau valora positivamente el estado civil surgido del pacto y de sus leyes, fruto de la voluntad general. Si el hombre histórico es un ser depravado y vil, el hombre civil, aunque no pueda retornar al estado de naturaleza original, por lo menos cuenta con la posibilidad de recuperar y regenerar parte del bien, de su antigua felicidad y de las libertades pasadas. Rousseau distingue entre voluntad general y voluntad de todos. La primera tiene un sujeto universal, el pueblo soberano, y su objeto es el bien común. En cambio, la voluntad de todos no es más que una suma de voluntades particulares. Si cada ciudadano vota con plena independencia, las diferencias existentes entre ellos quedan compensadas y el resultado sí expresa la voluntad  general. Es necesario, pues, que los ciudadanos estén debidamente informados y que se supriman las sociedades parciales dentro del Estado.

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