La Visión Griega
El Héroe Homérico
En la época griega arcaica, todavía no existía la idea del cuerpo como una unidad. El término soma, que se traduce por cuerpo, se refería entonces al cuerpo sin vida, al cadáver. Mientras vive, las referencias al cuerpo se hacen a partir de una pluralidad de términos correspondientes a sus partes visibles o a los órganos internos. No hay aún distinción entre lo puramente físico y lo psíquico.
Esta concepción se halla presente en el siglo VIII a. C. en los relatos homéricos de la Ilíada y la Odisea. En ellos, el término psyché se refiere a la vez a:
- El principio que hace posible la vida y el movimiento. Dicho principio vital es impersonal, es decir, es el mismo en todos los seres vivos, y abandona el cuerpo cuando estos mueren.
- La sombra o el doble del muerto, como espectro o espíritu personal, que pasa a habitar el Hades, el reino de las tinieblas. En un famoso pasaje de la Odisea, el espectro de Aquiles le confiesa a Ulises que prefería ser el sirviente del más pobre de los hombres que ser el gran rey Aquiles en el reino de los muertos.
Para hablar de la voluntad o el carácter de una persona, Homero habla de thymós. Así pues, no hay un núcleo unitario donde se sitúa la clave de la identidad del yo. La identidad se contempla como algo que nos viene dado desde fuera, es decir, por los demás. Son los otros los que, al reconocernos como alegres, tristes, valientes, cobardes, generosos o tacaños, etc., van fijando aquello que somos.
De ahí que el objetivo de la vida pase a ser alcanzar el honor, la fama o la gloria, gracias a las grandes gestas que uno haya protagonizado. Para ello, será fundamental que el héroe homérico cultive la areté, esto es, la virtud o excelencia que nos capacita para lograr tan altas metas.
El Cuerpo como Cárcel
Más adelante, hacia el siglo VI a. C., los defensores del Orfismo y el Pitagorismo (movimientos ambos de carácter científico y religioso) pasaron a interpretar la psyché como una sustancia o entidad espiritual, el alma, de origen sobrenatural e inmortal, que estaba en comunicación intelectual con la divinidad, mientras que el cuerpo era simple materia corruptible. En esta concepción, el alma representaba la dimensión positiva de la persona, mientras que el cuerpo contendría la parte negativa. Cuando un alma es expulsada del mundo divino por cometer alguna acción que molesta a los dioses, cae al mundo material y queda encerrada en un cuerpo, del que no se liberará hasta que este muera.
Influido por ellos, Platón recogerá la idea anterior de que el alma es de naturaleza espiritual, hallándose unida temporalmente al cuerpo. Una vez sale del mismo, su futuro dependerá de cómo haya vivido en él. Si ha logrado mantenerse pura y no dejarse contaminar por las tendencias negativas del cuerpo, logrará volver con los dioses. Si se encuentra muy contaminada, descenderá al Hades y padecerá castigos durante años. En el caso de que no suceda nada de lo anterior, se reencarnará en otro cuerpo, para disponer de una nueva oportunidad para limpiarse.
Reacción Empirista
Aristóteles se mostrará crítico con la idea de la reencarnación del alma de su maestro Platón. Al interpretar Aristóteles el alma como aquella organización de la materia que hace posible que un cuerpo tenga vida, desechará la teoría de que el alma de una persona pueda existir antes que el cuerpo, o que pueda pasar de un cuerpo a otro. Por ello, atribuirá alma a todos los seres vivos, aunque distinguirá entre el alma vegetativa, el alma sensitiva y el alma racional.
En virtud de su alma racional, el hombre dispone de pensamiento y lenguaje. A través de este, comparte con los demás sus pensamientos y sentimientos; esto hace igualmente que podamos caracterizar al ser humano como un animal político, pues se hace humano en sociedad, en la polis.
Hubo también en la antigua Grecia concepciones discrepantes, como la de los atomistas. Leucipo, Demócrito y Epicuro optaron por una concepción materialista. Para ellos, todo lo que existe, incluidos los cuerpos y las almas, se compone de átomos y vacío. Por tanto, no consideraban que el cuerpo y el alma fueran de naturaleza esencialmente distinta, sino que ambos eran materia. Los atomistas entendían que una persona es una estructura formada por átomos, del cuerpo, del alma y vacío. Cuando morimos, la configuración atómica que nos define comienza a desmontarse. Y es que, mientras vivimos, al respirar, comer o beber ganamos átomos, y al sudar o expirar aire, por ejemplo, los perdemos.