Antropología de Nietzsche

Nietzsche

(Edad Contemporánea, s. XIX. Alemania)

Según Nietzsche, la filosofía occidental ha resuelto la tensión trágica de la vida del lado de la tendencia apolínea (orden, medida, racionalidad), en detrimento de la dionisíaca (creación, desbordamiento, espontaneidad). El vitalismo de Nietzsche reconoce ambas tendencias y la necesidad de su continua oposición.

EL PROBLEMA DE LA REALIDAD Y Dios: METAFÍSICA Y TEOLOGÍA

La metafísica tradicional considera la realidad como algo estático, fijo e inmutable. Frente a la auténtica realidad que es devenir y multiplicidad, la filosofía ha afirmado como verdadera realidad de las cosas las esencias, las sustancias, algo inmutable, estático y permanente. En “El nacimiento de la tragedia” Nietzsche afirma que Sócrates (y Eurípides) se encargaron de que Apolo se impusiera sobre Dionisio. Además, desde Platón se ha distinguido entre una realidad verdadera y otra aparente o falsa. Pero la “invención” de este otro mundo superior es producto del resentimiento y temor hacia la vida y los filósofos son en realidad unos resentidos. Este impulso contra la vida es denominado por Nietzsche “Voluntad de Verdad” y consiste en utilizar la razón para afirmar la supremacía de las esencias, lo estático, vengándose así del devenir de la realidad, de la vida que no se puede dominar. La “Voluntad de Verdad” y la moral tienen su fundamento en Dios, lo que lleva a Nietzsche a rechazarle. Dios ha sido la gran objeción contra la vida y es necesario negar a Dios para dar valor a la vida. Esto ha ocurrido en la época moderna en la que “Dios ha muerto”. Con ello, todos los valores tradicionales se derrumban, pierden su fundamento, surgiendo una nueva época dominada por el Nihilismo.
Nietzsche, por el contrario, como el presocrático Heráclito, afirma la realidad como devenir sin finalidad ni meta. Esta realidad cambiante y múltiple se presenta al hombre a través de perspectivas, maneras de mirar e interpretar el mundo de forma personal que pueden cambiar con el tiempo. Por ello, no hay una perspectiva verdadera y la “Voluntad de Verdad” es falsa. Frente a ésta Nietzsche defenderá la “Voluntad de Poder” que es asumir y enfrentarse a la realidad cambiante afirmando una perspectiva de forma temporal para poder vivir más plenamente. Con la “Voluntad de Poder” se reconoce la imposibilidad de captar la realidad como algo estable, se admiten las perspectivas de la realidad sabiendo que no son verdad, buscando así potenciar la propia vida.

EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO: EPISTEMOLOGÍA

Desde la Voluntad de Poder los conceptos no son en realidad más que metáforas.
Además, estas metáforas su generan a través de un proceso que se va alejando cada vez más del original, de la cosa real. La primera metáfora es la imagen mental conformada por nuestra percepción. A su vez, esta imagen la convertimos en palabra que expresa nuestra forma individual y original de captarla, siendo así la metáfora de la primera metáfora. Estas metáforas se convierten en conceptos cuando ya no expresan esa vivencia personal y original quedando fijadas por el uso y la costumbre. Esto sucedíó por la necesidad y el deseo del hombre de vivir en sociedad. Para ello se hizo un pacto llegando a una convencíón en el lenguaje. Se establecieron así los nombres y significados de las cosas imponiendo ciertas convenciones como las correctas pero no buscando la verdad sino la seguridad ante el devenir. Con el tiempo se olvidó el origen metafórico, afirmándose erróneamente el concepto universal (la esencia) como la verdadera realidad. De esta forma, la filosofía al tratar de los conceptos más abstractos llama “verdad” a lo más alejado de la realidad, a lo creado al final del proceso por el pensamiento, el producto más imaginativo.

Para Nietzsche el criterio de verdad es la “Voluntad de Poder” que asume y justifica el error necesario para vivir. Por ello, exaltará el poder de la metáfora como una perspectiva que se reconoce como tal, que selecciona e interpreta sin que la metáfora se identifique nunca con la realidad. La metáfora se sabe perspectiva que nos ayuda a vivir plenamente.

EL PROBLEMA DEL SER HUMANO Y LA MORAL: ANTROPOLOGÍA Y ÉTICA

La antropología de Nietzsche afirma una visión pesimista del hombre, un animal cuya única arma es la inteligencia para defenderse del mundo. El hombre es un ser débil, delicado e indigente y sin embargo se cree el centro de la naturaleza. Nietzsche considera que el hombre debe ser sólo un puente hacia el superhombre.
El hombre sigue un proceso evolutivo, es algo cambiante (en tanto que es vida) y tras una serie de transformaciones conseguirá superarse a sí mismo en el superhombre, aquel que tiene voluntad de poder, no de verdad. El hombre débil anterior al superhombre sigue los dictados de la moral tradicional. Ésta es algo antinatural que niega los instintos vitales. El Nihilismo provocado por la “muerte” de Dios pude tomarse de dos maneras: una negativa en cuanto que con el derrumbe de los valores tradicionales se cae en la pasividad, en el sinsentido; otra positiva, en cuanto que es la oportunidad para la transmutación de los valores y el surgimiento del superhombre.

Nietzsche indaga, a través de un método genealógico, el origen y evolución de los conceptos morales. Para él, frente a la moral de siervos, existe una moral de señores que desprecian como malo todo aquello que es fruto de la cobardía, el resentimiento y la compasión, todo lo que disminuye el impulso vital. En consecuencia, en la moral deberá producirse una transvaloración de los valores, crearse nuevos valores desde la voluntad de poder, desde los instintos que en cada caso potencien la vida. Esta transmutación de los valores será hecha por el superhombre, producto de la evolución desde el hombre débil, racional y dominado por la voluntad de verdad, hacia un hombre fuerte, instintivo, con voluntad de poder, destructor y creador constante que acepta lo trágico de la vida, su devenir, multiplicidad y sus diversas perspectivas, y que reconoce la necesidad de la tensión Apolo-Dionisio. Esta evolución pasa por tres estadios: el camello, que todavía asume su deber racional y su tradición; el león, el nihilista que se rebela frente a todo pero aún es incapaz de crear; y el niño, que hace de la vida un juego creativo llevando a la práctica el mensaje de “Así habló Zaratustra”. El niño es el superhombre que tiene la voluntad de poder y admite la vida como un eterno retorno, que sería amar la vida tanto que quisieras que se volviera a repetir una y otra vez.

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