Cosmovisión y Existencia: Un Viaje Filosófico y Científico por el Universo, la Vida y la Fe

La Evolución de la Cosmovisión: Del Mito a la Ciencia Moderna

Los pueblos primitivos propusieron explicaciones mítico-religiosas sobre el origen y la estructura del universo. Estas cosmogonías solían ser teogonías y explicaban la constitución del mundo mediante sucesivas generaciones de divinidades.

Modelos Cosmológicos Históricos

El Sistema Geocéntrico

La primera teoría racional sobre la forma, el origen y la naturaleza del mundo fue la concepción geocéntrica griega, vigente hasta el final de la Edad Media. Esta teoría estaba configurada, en el aspecto astronómico, por el sistema de Ptolomeo, y en el aspecto físico, por la filosofía de la naturaleza de Aristóteles. Comprendía el mundo como una estructura metafísica en la que distinguía dos ámbitos:

  • Un mundo sublunar, formado por los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego), de forma esférica, en cuyo centro está situada la Tierra.
  • Un mundo supralunar, poblado de cuerpos luminosos esféricos, perfectos e incorruptibles, hechos de una quintaesencia (el éter) y animados de movimiento perfecto: circular y uniforme. Un primer motor inmóvil, luego identificado con Dios, era, al mismo tiempo, la causa actuante y la finalidad de este cosmos tan armónicamente configurado, en el que el ser humano tenía una posición privilegiada como centro del universo.

El Sistema Heliocéntrico

Esta plástica y sencilla imagen fue destruida en la Edad Moderna. En sus dos aspectos, el astronómico fue superado por Copérnico y el físico por la nueva ciencia de Galileo, lo que eliminó esa división entre cielo y Tierra. Se impulsó, así, la imagen de un mundo finito, aunque de dimensiones mucho mayores que las del mundo ptolemaico. Su centro era el Sol, rodeado de una esfera de estrellas fijas.

Galileo sentó las bases de una nueva imagen del mundo con su mecánica, y su condena en 1633 constituyó el intento de la Iglesia por conservar la insostenible hegemonía de la cosmovisión medieval, fundada en la Biblia y en los sabios griegos.

Galileo y Newton se atuvieron a la descripción matemática de los movimientos de los cuerpos, tanto celestes como terrestres, sin pronunciarse nunca sobre las últimas causas de tipo metafísico. La física se limitaba a un conocimiento mecánico del mundo y diseñó, así, un cosmos a modo de una máquina que funciona automáticamente una vez puesta en marcha.

Se prescindió de la pregunta metafísica por el sentido y la finalidad de este mundo. El mundo se regula automáticamente por la mutua atracción de masas y en virtud de las leyes de la gravedad y de la inercia.

La ley de la gravedad es la fuerza que mueve todo el universo. Por ello, para Newton, el mundo carece de un único centro y es finito; se puede describir sin necesidad de la hipótesis metafísica de Dios ni de la pregunta por su finalidad última.

Un Universo en Continua Expansión

En el siglo XX, nuestro conocimiento del universo avanzó significativamente. Contamos con nuevas herramientas matemáticas e instrumentos y técnicas sofisticados que han permitido descubrir que nuestra galaxia no es la única, sino una entre miles de millones.

En 1929, el astrónomo estadounidense Edwin Hubble descubrió que todas las galaxias se alejaban de la nuestra y que, cuanto más distantes estaban de nosotros, con mayor velocidad se alejaban, lo que significaba que el universo se expande. Einstein aceptó esta teoría y abandonó la idea de un universo estático.

El universo está poblado no solo de estrellas, planetas, satélites y asteroides, sino también de cuásares, púlsares y agujeros negros.

La teoría del Big Bang, apoyada también por las ecuaciones de Einstein, explica la expansión continua del universo a partir de su origen. Afirma que toda la materia contenida en el universo actual estaba originalmente concentrada en un solo punto, cuya explosión (el Big Bang) dio origen al universo.

Nuestro universo está constituido por innumerables galaxias pobladas de estrellas luminosas y cuerpos opacos distribuidos de manera uniforme. La uniformidad del universo se refiere a que lo convierte en homogéneo (el mismo en todas partes) e isotrópico (el mismo en cualquier dirección) y, en segundo lugar, a que las leyes que rigen en cualesquiera regiones del universo son semejantes a las que se cumplen en la Tierra.

No hay acuerdo sobre si el universo es finito o infinito. Según la teoría de la relatividad de Einstein, podría ser finito. Einstein lo concibe como un espacio que, de forma análoga a la superficie de una esfera, es finito, pero ilimitado.

Física y Filosofía: Diálogos y Divergencias

A partir del siglo XIX, se eliminó cualquier hipótesis metafísica o teológica de las explicaciones sobre el mundo y la naturaleza, por lo que la física y la filosofía siguieron caminos divergentes. Desde entonces, las teorías científicas no están influidas por ninguna idea metafísica. A pesar de ello, las investigaciones científicas ofrecen constantemente motivos de reflexión sobre problemas filosóficos planteados por la física y sus continuos avances.

Hubble confirmó la teoría de un universo en continua expansión. De ahí se concluyó que, si el universo se expande, entonces no es eterno, sino que ha tenido un comienzo. Este es claramente un problema no exclusivamente científico, sino también filosófico e incluso teológico, porque plantea la cuestión de si, al haber tenido un comienzo, es un universo creado que supone la existencia de un creador.

La física cuántica obliga a una revisión paralela de las nociones de causa y efecto, y abre las perspectivas del indeterminismo (principio de indeterminación de Heisenberg). La teoría del caos se opone al modelo mecanicista del universo.

El matemático y meteorólogo Edward N. Lorenz fue uno de los primeros en desarrollar lo que se ha conocido como la teoría del caos. Según dicha teoría, el universo no es un mecanismo que funciona con total regularidad y exactitud, sino que en él se producen fenómenos aparentemente aleatorios e impredecibles. Pese a la supuesta impredecibilidad de ciertos fenómenos, por ejemplo, en la meteorología, se pueden desarrollar ecuaciones y modelos matemáticos que permiten explicar por qué se produce una cierta repetición de patrones.

Además, Lorenz acuñó el concepto de «efecto mariposa». Mediante esta expresión, hace referencia a la disparidad entre causa y efecto: un pequeño acontecimiento puede desencadenar un efecto imprevisto de gran envergadura. Contrario a la creencia del sentido común sobre la proporcionalidad y la contigüidad entre causa y efecto (una causa pequeña produce un efecto pequeño cerca de ella), la teoría del caos defiende la posible desproporción entre uno y otro.

De todo esto se deriva que el avance de la física ha ido creando una filosofía de la naturaleza y, según el filósofo Martin Heidegger, «la ciencia no piensa, no puede pensar», porque actualmente está al servicio de la técnica y de la tecnificación del mundo. La ciencia se limita a aplicar sus métodos sin plantearse la cuestión del sentido y de las implicaciones humanas.

Materia, Vida y Espíritu: Conceptos Fundamentales

La Materia

La materia alude comúnmente a lo inerte e informe. Por ejemplo, al barro del que un artesano hace una vasija. Los filósofos han concebido la materia durante muchos siglos como el constituyente último de la naturaleza, una sustancia que subsiste a través de los cambios. Actualmente, la física moderna estudia las partículas elementales que componen los átomos y ofrece una imagen cada vez más abstracta de la materia.

Para la física moderna, las propiedades esenciales de la materia eran la extensión en el espacio, la duración en el tiempo y la masa. Hoy en día, el concepto de materia ha quedado reducido al de densidad de campo. Según Einstein, al haberse reconocido la equivalencia entre masa y energía, la distinción entre materia y campo no tiene sentido. La materia no es más que una cierta concentración de energía en un espacio relativamente limitado.

La Vida

La noción de vida designa lo que es animado y se desarrolla. Un ser vivo es un ser organizado, es decir, formado por partes heterogéneas que funcionan coordinadamente en beneficio del conjunto. Esa organización surge de su interior a partir de un germen o de una semilla. Algunos biólogos contemporáneos definen la vida como la propiedad de los seres dotados de un proyecto de morfogénesis autónoma.

En la Antigüedad, la observación de que los cuerpos muertos están privados de calor y de movimiento llevó a pensar que el alma era la responsable de la vitalidad de los cuerpos, de su calor y de su movimiento. Se formuló así la teoría de un «alma del mundo» como responsable de la vida en general. Frente a esta concepción, los materialistas sostenían que la organización de la materia viva se explica tan solo por el funcionamiento de las leyes fisicoquímicas, mientras que los vitalistas defendieron que la materia viva estaba necesariamente impulsada por una fuerza metafísica, a la que consideraban la fuerza o actividad interna mediante la que actúa el ser que la posee.

El Espíritu

La noción de espíritu se identifica, para unos, con el alma y, para otros, con la actividad superior de los seres humanos. En la teología cristiana, nombra las entidades totalmente incorpóreas (Dios y los ángeles, espíritus puros). A su vez, se defendía que el espíritu en el hombre es lo contrario de la carne, de la naturaleza, fuente de corrupción y de pecado. Para Descartes, designa la facultad de pensar, que se opone a lo corpóreo y a la sensibilidad. Como facultad de pensar, también se distingue del alma, que es la fuerza que anima al cuerpo.

La biología contemporánea reconoce que la vida organizada tal vez no incluye un espíritu, pero sí una organización. Lo que distingue la materia inanimada de la materia viva, constituidas por los mismos elementos fisicoquímicos, es una organización de esos elementos que determina relaciones específicas entre ellos. No existe, pues, en el universo un elemento químico misterioso responsable de la aparición de la vida. Por ello, siguen planteándose los interrogantes acerca del abismo que separa la materia inerte de la materia viva, así como sobre la diferencia entre la materia viva no consciente y la materia viva consciente, es decir, el ser humano.

Teorías Filosóficas sobre la Vida

El Hilozoísmo

El hilozoísmo postula que la materia y la vida son inseparables, ya sea porque la materia posee propiedades vitales o porque la vida tiene su origen en la materia. Los filósofos griegos de la escuela de Mileto fueron hilozoístas.

El Mecanicismo

El mecanicismo se caracteriza por reducir las leyes biológicas a leyes fisicoquímicas. Su propósito es incluir lo viviente en el nivel de lo físico, sin hacer de lo viviente una excepción de la naturaleza.

A partir de su distinción entre sustancia pensante y sustancia extensa, Descartes negó la existencia de alma en los animales, a los que consideraba meras máquinas. Concebía el cuerpo vivo como un autómata y la finalidad de la vida. Esta finalidad puede explicarse mecánicamente, sin recurrir a la hipótesis metafísica de un propósito o intención.

El Organicismo

El organicismo es la doctrina que interpreta el fenómeno de la vida a partir de la idea de organismo. Comprende el cuerpo viviente como la estructura en la que cada parte se subordina y colabora en el funcionamiento del todo.

Los organicistas niegan el reduccionismo mecanicista que explica el fenómeno vital a partir de las propiedades fisicoquímicas o bioquímicas de la materia.

El organismo vivo se caracteriza por tener un finalismo intrínseco; un organismo no posee solo la fuerza motriz de una máquina, sino que tiene también una fuerza formadora que se comunica a las materias que no la tienen, dándoles una organización.

Esta fuerza formadora no puede ser explicada por el solo mecanismo del movimiento. Por ello, filósofos como Aristóteles y Santo Tomás de Aquino concebían la naturaleza como un gran ser vivo dinamizado por un elemento espiritual.

El Vitalismo

El vitalismo es la teoría que explica la vida por la acción de una fuerza específica interna que impulsa una determinada clase de materia. Los filósofos vitalistas se preguntan qué lugar ocupa el ser humano en el mundo: ¿constituye una excepción en el mundo animal o es un animal más en todos los aspectos? Ortega y Gasset.

Religión, Teología y Filosofía: Un Acercamiento Conceptual

La palabra «religión» procede del verbo latino religare, que significa «vincular», «ligar».

En la religión cabe distinguir dos aspectos relacionados, pero que no se confunden:

  • Como credo, es decir, como conjunto de verdades trascendentes e indemostrables, la religión remite a la fe.
  • Como práctica social y cultural, la religión remite a cultos, ritos y ceremonias de carácter público.

También en lo que respecta a la fe hay dos aspectos:

  • Por un lado, su contenido interno, es decir, las creencias.
  • Por otro, un conjunto de signos, símbolos, rituales e ideas.

La filosofía y las ciencias de la religión tienen por objeto el estudio e interpretación de la dimensión manifiesta del hecho religioso. La teología, por su parte, estudia los contenidos de la fe, basándose en sus textos sagrados o en la revelación.

La filosofía de la religión no se ocupa ya de demostrar la existencia de Dios. Antes del siglo XVIII no hay, en realidad, filosofía de la religión, sino doctrinas filosóficas sobre Dios. El teocentrismo medieval fue siendo desplazado por el antropocentrismo moderno y el proceso de secularización. El interés de la reflexión se dirige ya no tanto hacia Dios como a la influencia de la idea de lo divino en los seres humanos y en su cultura, como se observa en pensadores como Hume, Kant o Hegel.

El Concepto de Dios en la Filosofía

Para los filósofos medievales, el problema de Dios consistió, en gran medida, en analizar racionalmente la posibilidad misma del ser que es objeto de fe.

Kant redujo estas vías de demostración a tres tipos, poniendo de manifiesto la ausencia de conclusión de cada una de ellas:

  • La Prueba Ontológica

    La prueba ontológica sostiene que la existencia forma parte de los predicados necesarios del Ser Supremo, principio de toda realidad. Esto fue formulado por primera vez por Anselmo de Canterbury.

    Para Kant, de puros conceptos que no tienen relación con la existencia en acto no se puede deducir una existencia real. Hay una flagrante desproporción entre el antecedente y la conclusión de este razonamiento, debido a que se confunden aquí las condiciones del pensamiento con las condiciones de la realidad.

  • La Prueba Cosmológica

    La prueba cosmológica postula que, si algo existe, es preciso que exista también un ser absolutamente necesario como causa primera, al cual se le identifica con Dios.

    Kant criticó la idea de ser necesario como si fuese obligatorio o imperativo. Incluso admitiendo la existencia de un ser necesario, lo sería solo en el nivel del pensamiento lógico, no como existencia real. El argumento cosmológico cae, pues, en el mismo error que el argumento ontológico.

  • La Prueba Físico-Teológica

    La prueba físico-teológica concluye, a partir de la unidad, la belleza, el orden y la finalidad de los objetos de nuestra experiencia, la existencia de una inteligencia suprema, causa única del universo, que es Dios.

    Según Kant, la finalidad en las cosas del mundo es indemostrable. Pero incluso admitiendo en las cosas un orden intencional, de ahí solo se deduciría la existencia de un arquitecto del mundo, pero no necesariamente la perfección absoluta de Dios creador.

    Para pasar de la idea de finalidad en el mundo a la de la existencia de Dios, es preciso suponer que la causa de esta finalidad es un ser necesario, con lo que se recae una vez más en el argumento ontológico. No se puede deducir de la simple idea de algo su existencia real.

La Experiencia Religiosa y sus Implicaciones

Dios no es objeto posible para un conocimiento racional.

  • El salto por la fe: se afirma que Dios solo se revela en la fe y en la experiencia religiosa. Es la posición de filósofos como Jacobi, Kierkegaard y Unamuno.
  • El ateísmo: niega la existencia de Dios, ya que no la podemos demostrar. Representantes incluyen a Feuerbach, Marx, Schopenhauer, Nietzsche, Sartre, Freud, etc.

La fe es una vivencia prerracional, interior e intersubjetiva, no susceptible de demostración ni de verificación, y que solo con dificultad se puede transcribir completamente al lenguaje de los conceptos.

Para los creyentes, la realidad está, pues, dividida en dos planos yuxtapuestos:

  • Lo natural: todo lo que es humano.
  • Lo sobrenatural: todo lo que está más allá de nuestro conocimiento.

El Problema del Mal

La realidad del mal supone un grave problema para la coherencia doctrinal de las religiones monoteístas, en las que se afirma que Dios es bueno y todopoderoso.

Hume expresa el problema del mal como sigue: «Si el mal en el mundo proviene de la voluntad de Dios, entonces no es bueno. Si el mal en el mundo es contrario a su voluntad, entonces no es omnipotente».

Una de las aproximaciones al problema del mal consiste en negar que el mal sea real. Leibniz sostenía que, puesto que Dios es bueno y todopoderoso, cualquier mundo que él haya hecho debe ser el mejor de todos los mundos posibles.

El mal, como lo opuesto al bien, incluye en su concepto todo lo que impide al ser humano realizarse y ser perfecto. Es, pues, necesario distinguir entre el mal físico, que incluye la enfermedad, el dolor, la desgracia, etc., y no depende de la voluntad humana, y el mal moral (la crueldad, el asesinato, la tortura, etc.), que es imputable al ser humano.

¿Puede mantenerse que la crueldad, la tortura, el hambre o el asesinato no existen realmente?

Otra explicación es que el mal es solo privación del bien. Esta postura fue defendida por Plotino, Agustín de Hipona y Maimónides.

Aún tendríamos que preguntarnos por qué razón suceden estas terribles privaciones del bien.

La explicación que relaciona el mal con la libertad humana, es decir, el reconocimiento de la libertad en el ser humano, explica el mal moral, pero deja sin explicar el resto de los males como las inundaciones, el hambre o las enfermedades. No tenemos libertad para elegir estas cosas, ni siquiera para hacer con ellas el mal a otros.

El Ateísmo: Negación de la Existencia Divina

El ateísmo es la negación de la existencia de Dios. Desde la filosofía del lenguaje, se expresa diciendo que la palabra «Dios» es un concepto carente de sentido.

Han sido ateos todos los sistemas materialistas, como el atomismo de Demócrito y el epicureísmo en la Antigüedad. En la filosofía moderna, destacan los hegelianos de izquierda, como Feuerbach y Marx, creador del materialismo dialéctico. En la filosofía contemporánea, se encuentran Camus y Sartre, influidos por Nietzsche, el psicoanálisis y la mayoría de las corrientes de filosofía crítica de la cultura.

La fe religiosa y la racionalidad se refieren a una experiencia que tratan de hacer concreta y transmisible como verdad. Pero hay una importante diferencia:

  • La racionalidad científica solo admite la realidad observable, reproducible y que puede ser formulada mediante hipótesis racionales y leyes universales válidas.
  • Obviamente, la religión y la teología entienden por realidad algo que se expresa con criterios diferentes a los utilizados convencionalmente por la ciencia.

Filósofos cristianos demuestran que la idea de Dios no es incompatible con el reconocimiento de los límites de la racionalidad humana y que la afirmación de la realidad de lo trascendente es una exigencia ineludible para comprender la existencia y las vicisitudes del ser humano en esta vida.

Por otro lado, sostienen un ateísmo práctico, además de teórico, aquellos sistemas filosóficos que propugnan una visión del mundo de la que se excluye positivamente la idea de Dios:

  • Nietzsche, que proclama una moral cuyo punto de partida es que «Dios ha muerto».
  • El existencialismo, del que Sartre afirma que es la consecuencia coherente de la inexistencia de Dios.
  • El marxismo, para el que la crítica a la religión es la condición previa de toda crítica.
  • El psicoanálisis, que considera la religión la ilusión que mantiene a los individuos en la edad infantil y les impide comportarse de acuerdo con el principio de realidad.

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