1. Nociones de «Libertad-de» y «Libertad-para» y sus Relaciones
Libertad-de es la libertad entendida como la condición del hombre libre, que no es esclavo. La libertad-para es la libertad entendida como la posibilidad para decidirse por sí mismo a actuar, de disponer de sí mismo, de autodeterminarse.
En cuanto a sus relaciones, la libertad-para presupone a la libertad-de. Por ejemplo, para tener libertad-para expresarse es necesario tener libertad de las trabas de la censura. Sin embargo, la libertad-de no implica necesariamente la libertad-para, pues se puede no tener trabas de censura, pero tampoco tener nada que decir o hacer. Por tanto, la libertad-de o libertad negativa es la condición necesaria, pero no suficiente, para la libertad-para o libertad positiva; no basta con carecer de impedimentos para hacer algo. Solo gracias al conocimiento de mi libertad-para puedo yo conocer que tengo libertad-de. En otras palabras, solo cuando proyecto una acción para la que me siento capaz, podré advertir con precisión las trabas que me impiden ejercitarla. Así pues, parece que la libertad-de es previa a la libertad-para, pero solo puede delimitarse y conocerse desde esta.
2. Argumentaciones del Determinismo y por qué Niega la Libertad
Hay tres tesis que caracterizan al determinismo:
- Las leyes causales del universo vinculan todo en un momento dado con los estados anteriores y posteriores.
- El cerebro es explicable por leyes (que son causales, como las anteriores) bajo las cuales unas determinadas condiciones iniciales conducen a un único estado final.
- Toda decisión humana (cuya sede es el cerebro) es el resultado de antecedentes causales, sobre los que el sujeto que decide no puede tener control.
El determinismo niega la libertad porque niega la capacidad del individuo para imponer sus decisiones sobre la naturaleza del universo, de la cual él mismo forma parte, y sobre las circunstancias que son producto de los acontecimientos. Según el determinismo, existen leyes por las que las circunstancias que anteceden a una acción determinan lo que pasará y eliminan cualquier otra posibilidad. Según esto, nuestras decisiones son inevitables, por lo que no es posible la libertad.
3. Consecuencias del Determinismo
Desde el punto de vista de la moral, si el determinismo existiera, no tendría sentido autoculparse por ningún acto, ya que todos son irremediables, pues no depende de nosotros, sino de las leyes del universo que actúan sobre los acontecimientos que anteceden a cualquier acto, que también actúan sobre nosotros mismos como pertenecientes a tal universo y también sobre las circunstancias que rodean al acontecimiento en sí. Por tanto, si el determinismo fuera verdadero, nuestros juicios sobre comportamientos humanos deberían carecer de todo componente valorativo o moral y serían del mismo tipo que los juicios acerca de los hechos naturales.
Sin embargo, también se puede objetar que aunque el determinismo fuera cierto, podría seguir teniendo sentido alabar las buenas acciones y castigar las malas, pues aunque alguien esté determinado de antemano, eso no quiere decir que no se comportara bien o mal. Es más, si no lo alabamos o culpamos, quizá estemos influyendo en que vuelva o no a actuar así.
4. El Compatibilismo y su Crítica
Es la doctrina que sostiene que el determinismo y la libertad (y su consecuencia, la responsabilidad) no son incompatibles. Para el compatibilista, la libertad se manifiesta en el hecho de la autodeterminación, en todas aquellas ocasiones en que nosotros somos la causa de nuestras acciones. Nos autodeterminamos cuando obramos sin coacciones ajenas, cuando obramos conforme a nuestras creencias y deseos. Una acción libre (y, por tanto, susceptible de responsabilidad moral) es aquella autodeterminada por quien la realiza, y esta autodeterminación solo puede producirse en ausencia de constricción interna (una compulsión involuntaria del cerebro, como un calambre o una compulsión patológica) o externa (una coacción). El compatibilista cree que es libre cuando puede hacer lo que quiere, aunque no pueda dejar de querer y decidir lo que quiere y decide.
Sin embargo, al compatibilismo se le puede criticar que no cumple la condición de las alternativas de conducta, es decir, que según lo que él entiende por libertad no podría haber actuado de otro modo. El compatibilista podría volver a refutar que él no tiene por qué vulnerar esa condición, pues podría haber actuado de otro modo si hubiera tenido otras creencias y deseos. Pero esto es incoherente con nuestra idea común de libertad, pues si podemos considerar responsable a alguien que es libre, entonces la libertad es independiente de las creencias y deseos. Por ejemplo, si un marido apuñala a su mujer, pensamos que podría haber actuado de otro modo, aunque sus creencias y deseos le empujaran a ello. Además, si nuestra determinación reside en nuestras creencias y deseos y estas no las escogemos libremente, sino que vienen dadas por nuestra historia cultural y biológica, entonces se hace insostenible la idea de libertad del compatibilista.
Otra objeción al compatibilismo es que su delimitación entre acciones cuyas causas están en nosotros (autodeterminadas) y otras que son involuntarias o determinadas desde fuera no siempre ocurre. Por ejemplo, si nos hacen chantaje, es posible que hagamos algo voluntariamente, algo que decidimos hacer, aunque no desearíamos hacerlo. Además, a veces los deseos pueden convivir en nosotros de forma contradictoria; por ejemplo, alguien puede ser envidioso y, sin embargo, desear no serlo. Una persona así siente un deseo involuntario de que los demás fracasen y se podría decir que no se autodetermina, sino que es víctima de un sentimiento envilecedor.
5. El Incompatibilismo y su Crítica
No cree que sea posible resolver el conflicto entre la hipótesis determinista y la existencia de libertad. Para el incompatibilista, la autodeterminación debe buscarse no en las razones (creencias y deseos) del agente, sino en algo previo a esas razones, algo así como su voluntad soberana, que se traduce en un acto puro de decisión desprendido de sus creencias y deseos. Por ejemplo, si elegiste comerte un pastel en vez de una manzana, es porque tú así lo quisiste (lo cual obviamente no es una razón). En cuanto a las alternativas de conducta, es decir, el poder haber actuado de otro modo, el incompatibilista lo resuelve mejor que el compatibilista, porque para el primero yo hubiera podido actuar de otro modo si así lo hubiera querido, es decir, si así lo hubiera decidido mi voluntad, con independencia de los motivos psicológicos que tuviera al realizar la decisión.
La crítica que se le hace al incompatibilismo es que al desligar la autodeterminación de las razones (creencias y deseos) acaba interpretando la libertad como una decisión arbitraria, caprichosa o irracional. La interpretación que el incompatibilismo hace de la autodeterminación es difícilmente comprensible; apelar a la voluntad del que toma la decisión es como apelar a una fuerza misteriosa. No está claro que yo determine la decisión, si nada en mí (ni mis creencias ni mis deseos) la determinan. De la discusión se puede plantear la alarmante posibilidad de que no somos responsables de nuestras acciones. Si el determinismo es falso, la decisión se tomó más allá de las creencias y deseos, sin una razón, sino por obra de una voluntad; si el determinismo es verdadero, las circunstancias antecedentes son las responsables.
6. Las Dos Condiciones de la Acción Libre y Cómo Responden a Ellas el Compatibilismo y el Incompatibilismo
Las dos condiciones de la acción libre son:
- La autodeterminación: Uno mismo es la causa de una acción.
- Las alternativas de conducta: Se trata de la posibilidad de haber podido actuar de otro modo.
Para el compatibilismo, nos autodeterminamos cuando obramos sin coacciones ajenas, cuando obramos conforme a nuestras creencias y deseos. Una acción libre (la cual es susceptible de responsabilidad moral) es aquella autodeterminada por quien la realiza, y esta autodeterminación solo puede producirse en ausencia de constricción interna o externa. El compatibilista cree que es libre cuando puede hacer lo que quiere, aunque no pueda dejar de querer y decidir lo que quiere y decide. En cuanto a las alternativas de conducta, según lo que el compatibilista entiende por libertad, no podría haber actuado de otro modo, excepto si hubiera tenido otras creencias y deseos. Esto es algo que se le critica; no es una respuesta satisfactoria porque es incoherente con nuestra idea común de libertad, pues si podemos considerar responsable a alguien que es libre, entonces la libertad es independiente de las creencias y deseos.
Para el incompatibilismo, la autodeterminación debe buscarse no en las razones (creencias y deseos) del agente, sino en algo previo a esas razones, algo así como su voluntad soberana, que se traduce en un acto puro de decisión desprendido de sus creencias y deseos. Tú hiciste algo porque tú así lo quisiste (lo cual no es una razón). En cuanto a las alternativas de conducta, yo hubiera podido actuar de otro modo si así lo hubiera querido, es decir, si así lo hubiera decidido mi voluntad, con independencia de los motivos psicológicos que tuviera al realizar la decisión.
7. ¿Por qué Decimos que la Libertad Absolutamente Incondicionada no Tiene Sentido? ¿Por qué la Autodeterminación no Puede Entenderse Desligada de una Cierta Integridad Personal o Moral?
El ejercicio de la libertad siempre tiene lugar en un marco en el que concurren diversos factores que condicionan y hacen posible ese ejercicio. La libertad absolutamente incondicionada es un contrasentido, porque las condiciones restrictivas acompañan siempre al ejercicio de la libertad. De hecho, la extensión de la libertad conlleva la extensión de las conductas comprometidas con condiciones previas que la acompañan. Es decir, lo que nos ayuda y potencia nuestras posibilidades es al mismo tiempo lo que nos liga y limita o, en otras palabras, cuantas más cosas somos capaces de hacer, más libres somos.
8. Explicación e Interpretación del Experimento de Benjamin Libet
Cuando queremos mover un dedo, este se mueve cuando una señal eléctrica activadora desciende desde el córtex motor hasta los nervios motores implicados, algo que tarda 50 milisegundos. Previa a esa señal, tiene lugar en el cerebro una actividad eléctrica conocida como «potencial de disposición», que comienza a manifestarse unos 550 milisegundos antes de que tenga lugar el movimiento. Libet, mediante un experimento en el que hacía mover un dedo a un grupo de voluntarios cuyas señales eléctricas cerebrales registraba por electrodos, descubrió que el momento de la secuencia de la actividad cerebral en el que se sitúa la decisión consciente de mover el dedo tenía lugar unos 200 milisegundos antes de la realización del mismo. Es decir, unos 350 milisegundos después de que empezara a registrarse el potencial de disposición en el cerebro.
Hay tres interpretaciones posibles del resultado del experimento:
- Hay quien pensó que el cerebro tomaba la decisión por su cuenta, ya que parece hacerlo mucho antes de que seamos conscientes de la misma. Si esto es así, la intención de actuar no se puede considerar como la causa de la decisión de actuar, la cual provendría de otros procesos, que Libet denomina inconscientes. Esto se podría interpretar como un ataque a la noción de libre albedrío, es decir, al pensamiento de que el hombre sea quien decida realizar sus propias acciones. Sin embargo, no se excluye que los procesos conscientes puedan ejercer algún efecto sobre las acciones, ya que la experiencia de intención es 200 milisegundos anterior a la acción. Así pues, quizá no decidimos comenzar nuestras acciones, pero sí podemos decidir no llevarlas a cabo. La conciencia podría entenderse como una supervisora que toma la última decisión acerca de si han de llevarse a cabo las acciones incoadas por procesos cerebrales inconscientes. La libertad de decisión se asemejaría a una especie de derecho de veto de la conciencia.
- También se puede interpretar que hay un desfase de unos pocos centenares de milisegundos entre el instante de la toma de decisión consciente y, un poco más tarde, la datación mental, que no por ello dejaría de haberse tomado de manera libre y voluntaria.
- Una tercera interpretación pensaría que la clase de situaciones que estudia el experimento de Libet no tiene que ver con la libertad humana, ya que esos impulsos han de derivarse de un proceso inicialmente inconsciente. Esto es así porque para que un ser racional lleve a cabo una acción que se considere libre ha de haber deliberación previa, y el experimento de Libet excluye cualquier deliberación y no se pide a los voluntarios que piensen la acción más conveniente, sino que muevan el dedo cuando sientan un impulso.