Locke y Descartes: Tolerancia, Duda Metódica y los Pilares del Pensamiento Moderno

John Locke: Fundamentos de la Tolerancia en la Filosofía Moderna

La Concepción Original de Tolerancia y sus Implicaciones Sociales

Históricamente, la primera noción de tolerancia es la defendida por John Locke en su Carta sobre la tolerancia, que es definida por la fórmula: «dejad de combatir lo que no se puede cambiar». Desde un punto de vista social, se trata de soportar aquello que es contrario a la moral o a la ética del grupo, impuesta como un absoluto. Se trata, principalmente, de una reacción frente a un comportamiento que se juzga malo, pero que se acepta porque no se puede actuar de otra manera. Es, pues, a partir de una glorificación del sufrimiento que se establece una concepción ética de la tolerancia.

Tolerancia, Respeto Individual y el Rol del Poder Público

El respeto al individuo y a sus ideas interviene solamente a partir del momento en que no se puede recurrir al poder público contra su manera de actuar. Este respeto no aparece globalmente hasta 1948, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En este marco, la tolerancia no es un valor individual, sino un dinamismo que evoluciona entre la recepción de la regla y la aptitud del poder para hacer que esta se respete. Esta noción de tolerancia depende, pues, de la manera en que el poder concibe su relación con la verdad. Un ejemplo de tolerancia en la actualidad son los debates contemporáneos sobre la homosexualidad. Mientras el poder público consideró las prácticas de esta minoría como un delito, era fácil amenazar a un homosexual con la pérdida de su trabajo u organizar «cazas de homosexuales», las cuales permanecían impunes. Desde que el delito ha desaparecido del código civil de la mayoría de los países democráticos, se respeta a los individuos, al tiempo que se manifiesta oposición a aquellos proyectos que buscan reconocerles el pleno disfrute de los Derechos Humanos.

René Descartes: La Duda Metódica y la Búsqueda de la Certeza

El Proceso de la Duda: De los Sentidos a la Razón

La Duda Metódica se aplica, en primer lugar, a la sensibilidad, ya que es la primera facultad que aporta información al ser humano. Al aplicar la duda, Descartes descubre que la sensibilidad conduce a engaño, pues los sentidos proporcionan información falsa. Llega a la conclusión de que, si los sentidos nos engañan alguna vez, pueden engañarnos siempre. En segundo lugar, somete la imaginación a la Duda Metódica y observa que, algunas veces, nuestros sueños son tan reales que pueden confundirse con lo que sucede cuando estamos despiertos. Por tanto, la imaginación tampoco nos conduce a la evidencia. Por último, somete la razón al proceso de Duda Metódica. Descartes es un pensador racionalista; o, lo que es lo mismo, está convencido de que la razón es la facultad que conduce al verdadero conocimiento. De hecho, la Duda Metódica es un procedimiento racional. Todo esto hace verdaderamente difícil la depuración del conocimiento racional. Para solucionarlo, Descartes supone la existencia de un genio maligno empeñado en engañarnos, que cambia diariamente las verdades matemáticas. Luego, la razón también puede conducir a error.

El Cogito Ergo Sum: Primera Verdad y Fundamento del Conocimiento

Pero, mientras duda, debe ser algo para dudar, y llega a la conclusión: Cogito ergo sum. La afirmación COGITO ERGO SUM plantea varios problemas de traducción. Si traducimos por «pienso, luego soy», estamos infiriendo el ser del pensar. Dado que el ser tiene mayor amplitud que el pensar, la inferencia no es lícita. «Soy pensando» es la traducción más aceptable. El problema de esta traducción es que solo se garantiza el ser mientras se produce el acto de pensar. Y que, si el ser se garantiza por el acto de pensar, solo podemos tener conciencia de nuestro propio ser. El cogito ergo sum es el primer principio de la nueva filosofía cartesiana. Analizando esta afirmación, Descartes observa que puede dudar que exista el mundo, incluso que tenga cuerpo, pero en ningún momento puede dudar del pensar mismo. Por tanto, el pensamiento es más real que la materia, y el alma o espíritu, que se encarga del pensamiento, más real que el cuerpo.

De la Realidad Interna a la Existencia de Dios y el Mundo

Descartes observa que el primer principio de la filosofía, COGITO ERGO SUM, es evidente, pues se presenta con claridad y distinción y, por tanto, es la primera verdad de la nueva filosofía. Dado que esta primera verdad goza de la evidencia, debemos buscar otras afirmaciones igualmente evidentes para completar la filosofía, pues con el COGITO ERGO SUM solo garantizamos la realidad interna. Ya habíamos dicho que existen dos fuentes de conocimiento: uno mismo y el mundo. Esta verdad corresponde con la primera fuente de conocimiento. Ahora debemos buscar otra verdad que nos garantice el acceso al mundo. Descartes observa que todo lo que conoce es compuesto, y la composición denota dependencia e imperfección; pero en su mente existe la idea de perfección. Dado que esta idea no procede del mundo ni de uno mismo, debe haber sido puesta en nuestra mente por un ser perfecto: Dios. Dios es la perfección y es independiente; por tanto, todo lo que conocemos depende de Dios. La idea de perfección, a través de la cual llegamos a la existencia de Dios, es una idea innata; por tanto, existe en nuestra mente antes de toda experiencia. Aunque a Descartes se le plantea la duda de por qué, si existen las ideas innatas, no se dan igual en todos los individuos, en cuyo caso todos los individuos tendrían conocimiento completo. Descartes lo soluciona tomando, en parte, la idea platónica. Es decir, las ideas están como facultad o posibilidad, y no de forma completa.

La Extensión como Esencia del Universo y el Racionalismo Cartesiano

Descartes se plantea qué es lo que caracteriza al Universo. Toma el ejemplo de una vela y observa cómo esta se transforma al encenderla y pierde el color, la forma… Entonces, llega a la conclusión de que lo único que permanece y caracteriza el universo es la extensión. La extensión es la tercera verdad de la filosofía cartesiana. Al afirmar la extensión, se ve obligado a negar el vacío. La extensión plantea un problema en la filosofía cartesiana: considera que la extensión es una sustancia (lo que tiene existencia independiente) cuando se habla de ella en la metafísica o filosofía. Considera a la extensión como la porción del espacio que ocupa un cuerpo, en la física. En este segundo sentido, la extensión es la delimitación del espacio y no una sustancia. La teoría cartesiana, como teoría racionalista, sostiene que la fuente de conocimiento es la razón, facultad suprema de conocimiento.

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