Clasificación de las ideas según descartes

1.- El Racionalismo

El racionalismo es la primera corriente de la filosofía moderna, y tiene como características:

■    Afirma que hay ideas innatas o verdades a priorí: tales ideas son innatas no en el sentido de que nazcamos sabiéndolas (a priorípsicológico), sino porque su valor de verdad no depende de la experiencia (o priorílógico).■Tales ideas innatas son los principios de los que puede deducirse un sistema de verdades acerca de la realidad, análogo al sistema de verdades de la matemática y con las mismas características de infalibilidad y de certeza. De este modo piensan que es posible un conocimiento a priori de la realidad (y por ello, universal y necesario, al mismo tiempo que inventivo) porque innatos son los principios de los que se parte e innatos los mecanismos deductivos que se les aplican. La ciencia, conteniendo un conocimiento que refleja la realidad en aspectos no conocidos inmediatamente por el hombre, no es otra cosa que un autodespliegue de la razón humana (el nombre de racionalismo proviene de esta afirmación■Consideran a la matemática como el modelo de ciencia a imitar por todas las ramas del saber.
■    Optimismo en lo’que refiere a la capacidad de la razón humana para alcanzar la verdad en

cualquier ámbito del saber. La razón no ha llegado aún a coger el seguro camino de la ciencia no por falta de capacidad, sino por no haber utilizado el método adecuado.

■    Recurso a Dios como garantía última del valor del conocimiento.

Los autores más importantes del movimiento son:
Descartes, Malebranche (1638-1715), Spinoza (1632-1677) y Leibniz (1646-1716).               –    .

2.- Renato Descartes

2.1.-Vida y obras

Nació en el año 1596, en La Haye (Turena, Francia). Estudió en el colegio de La Fleche que habían fundado los jesuítas (Contrarreforma) y se licenció en derecho en 1616, en Poitiers. Sin embargo, se siente profundamente decepcionado de las enseñanzas recibidas, porque en ellas dice no encontrar ninguna certeza: todas las cuestiones filosóficas aprendidas están sometidas a disputas y a dudas.

Decide entonces emprender el camino de la verdad por sí mismo, sin apoyarse en la educación recibida (autoridad) y aprender en el libro de la vida, viajando por distintos puntos de Francia y Europa. En 1618 partió Holanda para hacer su instrucción militar. Un año más tarde se enrola en el ejército del duque de Baviera, que participaba en la Guerra de los Treinta años en contra de España y a favor de la libertad de los Países Bajos. Los grandes momentos de ocio que le dejaban el desarrollo de las campañas militares los dedicaba a reflexionar y él mismo nos cuenta que en la noche del 10 de noviembre de 1619, tuvo una especie de revelación en la que descubrió los fundamentos de un método que le posibilitaría conocer con verdad y certeza la realidad.

Abandona el ejército y empieza a aplicar su método a diferentes temas tareas. En 1628 se establece en Holanda, país en el que existía un clima de tolerancia religiosa e ideológica que permitía el libre desarrollo de la ciencia. En 1649 viajó a Suecia, para instruir en matemáticas a la reina Cristina. Según cuentan, las costumbres espartanas de la soberana, que exigía que las clases de matemáticas fuesen de madrugada, hizo que Descarte se enfriara y muriera a consecuencia de ello en 1650. 
2.2.

El método

Descartes está convencido de que si el hombre aún no ha alcanzado la ciencia plena y definitiva no es por falta de capacidad, sino por falta de método y de tiempo. Por esta razón, la cuestión del método es primordial.
El método que se busca no es el método de una ciencia particular, sino un método que pueda aplicarse a la resolución de cualquier problema, pertenezca al ámbito que pertenezca. Este nuevo método ha de cumplir dos exigencias básicas:

–  Ha de ser un ars inveniendi, que sirva para descubrir verdades ocultas a la razón humana. Descartes opone su método en este sentido a la silogística escolástica, que es un método que sólo sirve para extraer nuevas verdades de otras que ya se conocen (por la revelación). Es decir el silogismo sólo sirve para explicar lo que ya se sabe, no para conocer cosas nuevas, es un método analítico, no un método inventivo.

– Ha de ser una técnica sencilla, y no un entramado difícil de reglas. Se opone así a la complejidad de algunas partes de la matemática. Por ello dice Descartes que «entiendo por método una serie de reglas ciertas y fáciles, tales que todo aquel que las observe exactamente no tome nunca algo falso por verdadero, y, sin gasto alguno de esfuerzo mental, sino por incrementar su conocimiento paso a paso, llegue a una verdadera comprensión de todas aquellas cosas que sobrepasan a su capacidad».

Las reglas del método son:

■ REGLA DE LA EVIDENCIA. No admitir como verdadero nada que no sea evidente. Una idea es evidente cuando se presenta a la mente con claridad y distinción. Por idea clara entiende Descartes la que está separada de las demás; por idea distinta, la que presenta claridad entre sus componentes internos. Por lo tanto,

VERDAD = EVIDENCIA = CLARIDAD Y DISTINCIÓN Además, la regla añade que hay que evitar dos vicios (factores pasionales o no racionales) en la búsqueda de la verdad: la precipitación (tomar por verdadero lo que no lo es) y la prevención (rehusar a aceptar como verdadero lo evidente).

■   REGLA DE LA RESOLUCIÓN. Consiste en dividir lo no evidente lo más posible para que la mente pueda intuir sus partes. Este análisis o división tiene un límite: las llamadas «naturalezas simples», que son los elementos indivisibles que constituyen el término del conocimiento: la figura, el movimiento, la extensión, el número… (cualidades primarias). Estas naturalezas son ideas claras y distintas, objetos e intuición.

■   REGLA DE LA COMPOSICIÓN. Consiste en ordenar deductivamente las partes en que se ha descompuesto el todo al ser analizado. Se trata del proceso inverso al de la 2^ regla, y va dirigido a recomponer lo analizado, pero haciéndolo de modo que se vea que entre sus componentes hay tal orden que permite afirmar la verdad del todo.

■   REGLA DE ENUMERACIÓN Y REVISIÓN. Como la síntesis es una operación básicamente deductiva, se apoya en la memoria. La enumeración y la revisión tratan de evitar los fallos de la memoria y consisten en repasar la cadena deductiva para comprobar que no falta o sobra ningún eslabón y que la conexión entre ellos es la adecuada.
2.3.-

Las ideas y el idealismo


Una de las doctrinas cartesianas que más trascendencia tendrá en la filosofía moderna es la concerniente al concepto de idea. Según veremos más adelante, el dato incuestionable del que debe partir la filosofía no es que haya cosas, sino que hay ideas (pienso, luego existo). Es decir, de lo que podemos estar absolutamente seguros, por ejemplo, es de que tenemos sensaciones, pero no de que los objetos que en ellas aparecen existan y sean como los percibimos. Esto supone un punto de partida radicalmente diferente al de los antiguos y medievales, que eran realistas.
Para los modernos, el que haya cosas es una verdad derivada, porque la primera certeza no es que haya cosas sino que tengo ideas. El que haya algo extramental que se corresponda con las ideas es una cuestión importante, pero ulterior.

Descartes entiende por idea cualquier contenido que esté presente a la mente de manera inmediata, por ello, el entendimiento humano no conoce directamente el mundo, sino su representación, que son las ideas (es la doctrina que se conoce como representacionismo). La afirmación cartesiana es de una ernorme trascendencia porque plantea automáticamente un problema fundamental: el problema de la verdad.

Para un premodemo la verdad de una idea venía dada por su correspondencia con la realidad. Para constatar si una idea era verdadera bastaba con comprobar si se parecía o no con la realidad representada.
En Descartes esta operación ya no es posible: falta uno de los términos de la comparación. Es decir, no puedo comprobar si mi idea se parece o no al objeto representado porque no puedo ver el objeto, sino su representación, la idea misma.
Por esta razón, el criterio de verdad radica en una propiedad inmanente al propio pensamiento y a la propia idea:
ia claridad y la distinción. Una idea clara y distinta refleja las cosas tal y como son, pero no es verdadera por ello, sino porque es percibida por la mente con claridad y distinción. Toda la filosofía cartesiana gira precisamente en torno al problema de fundamentar la claridad y la distinción como criterio de certeza, la de conectar las ideas claras y distintas con la realidad objetiva.

Hay tres clases dé ideas:
■    [deas adventicias: aparecen en nuestra alma por estímulos extramentales sobre nuestros

sentidos.

■    Ideas facticias: son ideas que el alma fabrica combinando otras ideas que ya tenía.


■    Ideas innatas:

son ideas que están en nuestra mente y que no pertenecen a ninguna de las dos

clases anteriores. Por ello deben ser innatas, porque no provienen ni de los sentidos ni de la

Imaginación.   Estas ideas son aquellos «gérmenes de verdad» de los que debe arrancar la

construcción deductiva de la ciencia.

Pero, ¿en qué sentido son innatas las ideas innatas de Descartes? Desde el principio, por algunas

objeciones que se le plantearon, Descartes rechazó que fueran innatas en el sentido de que antes de

cualquier aprendizaje tuviésemos nociones acerca de Dios, el alma, etc. O sea, las ideas innatas no se

encuentran en nuestra alma en el mismo sentido en que unos versos se encuentran en un libro ya

escrito. Que sean innatas quiere decir que esas ideas se derivan exclusivamente de nuestra facultad de

pensar, que son fruto exclusivamente de la razón, no de los sentidos o de la imaginación y, por tanto,

no necesitan verificarse empíricamente. Pero no es necesario que estas ideas estén actualmente

presentes, sino sólo potencialmente. Es decir, hay ideas que descansan en la pura capacidad de pensar,

como hay distintas figuras potencialmente contenidas en una masa de cera. Que el niño no tenga

actualmente la idea de Dios no significa que la idea no sea innata, sino que aún no la ha formulado.

2.4.- La duda metódica

Descartes pretende alcanzar con su método un grado de certeza absoluto e indubitable. Para ello somete todo lo conocido al proceso de la duda metódica.
Se trata de poner en duda todo aquello sobre lo que sea posible albergar el más mínimo resquicio de duda, aunque sea ficticia.
El objetivo es encontrar una verdad radical sobre la que fundamentar todo el edificio de la ciencia. No se trata, por tanto, de un proceso escéptico, al final del cual la razón humana renunciaría a su objetivo de alcanzar la verdad, sino de un procedimiento metodológico mediante el cual la razón acabará por reafirmarse como capaz de llegar a verdades absolutas e inamovibles.

Se ponen en duda:

» Todo el saber recibido a través de la educación: poner en duda el valor de los conocimientos recibidos a través de la educación equivale a poner en duda el valor de la autoridad.

■   El contenido de las ideas facticias:
está claro que las ideas que nuestra mente o fantasía fabrican

no pueden ser verdaderas. ■    El contenido de las ideas adventicias, que es el conocimiento adquirido a través de los sentidos. Los sentidos nos informan sobre dos cosas:

n Sobre la realidad exterior.
Está claro que con respecto al mundo externo los sentidos nos engañan muchas veces sobre cómo son las cosas (ilusiones) y sobre si existen cosas (alucinaciones). Si nos engañan algunas veces ¿por qué no podrían engañarnos siempre?

°Sobre la existencia de nuestro cuerpo y su estado


Con respecto a nuestro propio cuerpo

parece imposible que lo que nos dicen los sentidos (que lo tenemos, que nos movemos,

etc.)   sea   falso.   Estamos  absolutamente   convencidos   de   que  está   situado   en

determinado lugar, que tiene unas necesidades, de que movemos ciertas partes de él,

de que obedece nuestras órdenes, etc. Pero también cuando soñamos estamos

convencidos de que lo que nos sucede es real, de que nos movemos, de que tenemos

sed, etc. ¿Quién nos garantiza que no es un sueño continuo lo que parece ser la

percepción de nuestro cuerpo?

■   Todo el conocimiento cierto, claro y distinto que nos dan las ¡deas innatas.
Por ejemplo, aunque

pueda dudar de que mi cuerpo existe, parecen indudables las verdades matemáticas. Sin

embargo, hay muchos que se han engañado sobre tales verdades y, en última instancia, podría

existir un genio maligno que se divirtiese haciéndonos ver como claro y distinto lo que no es

verdadero. ¿Cómo podemos estar seguros de que la claridad y la distinción son síntomas

absolutamente seguros de la verdad? Sólo llevando el valor del conocimiento hasta esta

situación límite de someterlo a una duda ficticia (genio maligno) piensa Descartes que es posible

alcanzar una certeza absoluta desde la que ampliar y reconstruir con absoluta garantía de éxito

el edificio de la ciencia.

La duda cartesiana es solamente un procedimiento instrumental, no una posición sistemática o

doctrinal: no es punto de llegada, sino de partida. Además, la duda es provisional: lo que ahora se pone

en duda se recuperará al fin del proceso, pero más fundamentado, más cierto.

2.5.-EI resultado de la duda; cogito ergo sum

¿Existe algo que sea absolutamente indudable? Sí, la verdad de la proposición «pienso, luego existo».
Por mucho que dude o que me engañe, dudar y engañarse son actividades mentales que para que se den requieren de la existencia del sujeto.

Cogito ergo sum es la verdad acerca de la cual es imposible dudar. Podemos dudar de la verdad del contenido del pensamiento, pero no de que para pensar es necesario existir. La verdad que resiste toda duda es que soy una res cogitans, una cosa que piensa.
No sé si existe el mundo, ni si las ideas claras y distintas son verdaderas, ni siquiera si existe mi cuerpo. Solo sé con absoluta certeza que pienso y, por ello, existo.

Aunque el cogito ergo sum es una certeza indubitable, es también una certeza muy exigua, porque su contenido es pequeño. Sin embargo, Descartes va a reconstruir todo el edificio del saber puesto en duda anteriormente a partir de esta certeza incuestionable.

El proceso de reconstrucción de todo el edificio de saber, pasa por la demostración de la existencia de Dios. La existencia de Dios será incompatible con el genio maligno, que cuestionaba la claridad y la distinción como criterio de certeza, y con la posibilidad de que las ideas adventicias que representan el mundo sean fruto del sueño o la imaginación.
Es importante señalar que el cogito cartesiano pone así las bases del idealismo moderno, que es una de la señas de identidad de la filosofía moderna: la realidad primera y fundamental es la conciencia, el sujeto, el yo y sus ideas (no el mundo, como los antiguos; ni tampoco Dios, como para los medievales).

2.6.- Dios, garantía última de la validez del criterio de certeza


Aunque no sepamos si son ciertas, en la mente tenemos muchas ideas. Entre ellas está la idea de «una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente y omnipotente», que es la idea de Dios. De la existencia de tal idea se deriva que tiene que existir Dios y que ha sido él el que ha puesto la ¡dea de un ser perfecto en el alma. La razón es que el sujeto pensante es finito y limitado, y de algo finito y limitado no puede provenir la idea de un ser tan perfecto. Lo inferior no puede causar a lo superior: el alma humana no puede sacar de sí la idea perfecta de Dios.

Otra forma de probarlo es mediante el argumento ontológico (utilizado por San Anselmo). La ¡dea de un ser perfecto incluye necesariamente la existencia, como la del triángulo tener tres lados. Si la idea del ser más perfecto no incluye la existencia, no es la idea del ser más perfecto. Por ello, Dios existe.

Una vez demostrada la existencia de Dios, podemos extraer las siguientes conclusiones:

■     Dios, que es un ser infinitamente bueno, no puede consentir la existencia de un genio maligno que nos haga concebir como claro y distinto lo que no es verdadero. Por tanto, se recupera la evidencia como criterio de verdad, y con ella todo el método. Es verdad lo que la mente percibe con claridad y distinción, y lo que no siendo evidente se puede reducir a través del análisis y la síntesis a la evidencia.

■     De igual modo, Dios es incompatible con la afirmación de que el mundo corpóreo no existe. La inclinación natural que tiene el hombre a creer que nuestras ideas han sido producidas por objetos extramentales ha sido puesta por Dios en el hombre y, por tanto, es incompatible con su veracidad el que esa inclinación natural nos engañe. Otra cosa es que las cosas sean tal y como nos las muestran los sentidos. Pero sí podemos afirmar -¡gracias a Dios!- que hay cosas fuera de nosotros y que son las que producen en nosotros las ideas adventicias.

2.7.- La estructura de la realidad

Como resultado del proceso de la duda, tenemos que la realidad queda dividida en tres clases fundamentales y diferentes de cosas, a las que Descartes llama sustancias. Cada una de ellas tiene un atributo esencial:

■     Dios o la sustancia divina, que es demostrada a partir de la existencia de la idea de Dios en el alma. Su atributo fundamental es la infinitud.



La res cogitans, o el alma, su existencia es una certeza absolutamente indubitable que se ha establecido mediante la duda metódica.
Su atributo esencial es el pensamiento, entendiendo por pensamiento todos los actos de la conciencia (pensar, juzgar, imaginar, sentir, querer, etc.). La res cogitans equivale a lo que en la tradición era el alma espiritual, o lo que de propiamente humano hay en el hombre.

■     La res extensa, los cuerpos o la materia, que es demostrada a partir de la existencia de Dios. Su atributo esencial es la extensión, es decir, la divisibilidad y, por tanto, la cuantificación. La materia puede ser, por tanto, expresada en números, lo que pone en sintonía a Descartes con lo

esencial de la física moderna. Las cualidades científicamente relevantes son solamente las que se

pueden expresar en números. Sabores, colores, etc. son cualidades subjetivas que no pueden ser

objetivadas mediante la medida o el número. El universo, si exceptuamos al hombre que incluye

una parte que es sustancia pensante, es sólo materia, es decir, extensión que tiene longitud,

anchura y profundidad. El modelo para concebir el universo es el mecanicismo, que se opone al

modelo teleológico vigente en la física tradicional. El universo funciona como una gran máquina

o, si se quiere, como un enorme y complicado reloj, en el todo puede reducirse a materia y

movimiento. No solamente están sometidos a esta visión los cuerpos inertes, sino también los

seres vivos, que no representan una clase especial. Las plantas, los animales y el propio cuerpo

humano son máquinas, cuya existencia y funcionamiento puede explicarse solamente con leyes

mecánicas. Queda así, por tanto, desechado el modelo finalístico y cualitativo de Aristóteles, y

sustituido por el modelo mecanicista y cuantitativo de Descartes.

El hombre es un ser absolutamente dual, formado por dos sustancias que son absolutamente

distintas: alma y cuerpo. Esto plantea el problema de cómo interactúan estas dos sustancias. ¿Cómo

inciden, por ejemplo, los sentimientos en el cuerpo, o al revés? Descartes responde que esa interacción

se da en la glándula pineal, lo que actualmente es la hipófisis. La explicación mezcla ideas filosóficas con

las rudimentarias nociones de anatomía que en había en su época. En esa glándula, que según Descartes

es la única parte no doble del cerebro, sería donde convergen todos los nervios de los sentidos, que son

todos dobles, y donde se produce la interacción.

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