Sócrates vs. Sofistas: El Choque de Ideas en la Democracia Ateniense

El nacimiento de la democracia

El siglo V a. C. fue una época de grandes transformaciones en Grecia. Hasta entonces, las guerras habían sido un asunto de nobles, pero en este período fueron tan numerosas que los gobernantes decidieron recurrir también al pueblo llano. El pueblo aceptó, pero con una condición: si participaban y arriesgaban sus vidas, querían una parte del botín y ser considerados iguales a los nobles. Así nació la democracia.

En la democracia griega, la participación en la asamblea era una obligación para todos los ciudadanos, aunque este derecho se limitaba a los varones libres mayores de 21 años. Este sistema se basaba en dos grandes principios:

  • Principio de isonomía: Todos los ciudadanos son iguales ante la ley, con los mismos derechos y obligaciones.
  • Principio de isegoría: Todos los ciudadanos tienen derecho a participar y a ser escuchados en la asamblea.

Además, la democracia griega introdujo un sueldo para los cargos públicos, permitiendo que los ciudadanos más pobres también pudieran dedicarse a la política. Se consolidaba la idea de que todas las opiniones contaban y que la participación era un deber cívico.

Los Sofistas: Maestros de la Retórica

Los sofistas eran filósofos, en su mayoría extranjeros en Atenas, que, gracias a sus numerosos viajes, observaron la diversidad de costumbres y leyes en diferentes ciudades. Esto les llevó a establecer una distinción filosófica clave entre physis (naturaleza) y nomos (ley o costumbre). Sostenían que la naturaleza (physis) se rige por leyes universales y necesarias, mientras que el mundo humano (nomos) se basa en convenciones, costumbres y leyes que varían con el tiempo y el lugar. Esta visión desembocó en el relativismo: no existe una verdad absoluta ni un bien universal, ya que todo depende de la perspectiva y la convención.

Como maestros de retórica, enseñaban el arte de hablar bien en público y de argumentar eficazmente. Partiendo de su relativismo, consideraban que no existía una verdad absoluta que descubrir, por lo que lo más importante era la capacidad de persuasión para hacer prevalecer el propio punto de vista. Se jactaban de poder convertir el argumento más débil en el más fuerte. Una de sus innovaciones más controvertidas fue que cobraban por sus enseñanzas, algo inusual para los filósofos de la época.

Los sofistas más destacados fueron Protágoras y Gorgias:

  • Protágoras: Es famoso por su tesis del homo mensura (el hombre como medida):
    «El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son, y de las que no son en tanto que no son».
    Esto significa que todo es relativo al sujeto que juzga; no existe un criterio objetivo para determinar qué es verdadero o mejor. La tarea del orador, por tanto, es persuadir a los demás de la validez de su propia perspectiva.
  • Gorgias: Defiende una tesis nihilista y paradójica que se resume en tres puntos: nada existe; si algo existiera, no podría ser conocido; y si algo pudiera ser conocido, no podría ser comunicado. Con esto, Gorgias resalta la separación radical entre la realidad, el pensamiento y el lenguaje. Si la comunicación de la verdad es imposible, el lenguaje se convierte en una herramienta de persuasión y poder. La tarea del sofista es, entonces, enseñar a dominar el lenguaje para el propio beneficio.

Sócrates: La Búsqueda de la Verdad

Sócrates es una de las figuras más influyentes de la filosofía occidental. No dejó ninguna obra escrita, por lo que todo lo que sabemos de él proviene de los testimonios de sus contemporáneos, principalmente Jenofonte y, sobre todo, Platón. Su método consistía en el diálogo directo con sus conciudadanos en las calles y plazas de Atenas. Su afirmación más célebre resume su punto de partida filosófico: «Solo sé que no sé nada».

El significado de «Solo sé que no sé nada»

Según Platón, el Oráculo de Delfos proclamó que Sócrates era el hombre más sabio de Atenas. Sócrates interpretó esto no como que poseía conocimiento, sino como que era el único que reconocía su propia ignorancia. Esta frase tiene un doble significado. Por un lado, es un punto de partida epistemológico: solo quien es consciente de lo que no sabe está en disposición de aprender y alcanzar la verdadera sabiduría. Por otro lado, es una crítica directa tanto a los filósofos presocráticos, que creían poder explicar la naturaleza, como a los sofistas, que presumían de saberlo todo.

Además, la frase marca un giro en la filosofía. Sócrates consideraba que las cuestiones verdaderamente importantes eran las relacionadas con los asuntos humanos: la virtud, la justicia y el bien. Este es el llamado giro antropológico de la filosofía.

El método socrático: La mayéutica

La palabra mayéutica significa literalmente «arte de ayudar a parir». Sócrates, cuya madre era comadrona, afirmaba que él practicaba un oficio similar: no introducía conocimiento en los demás, sino que les ayudaba a dar a luz las ideas que ya se encontraban en su interior. Es un método dialógico a través del cual las personas descubren la verdad por sí mismas. Consta de dos fases:

  • La ironía socrática: Mediante una serie de preguntas hábiles, Sócrates lleva a su interlocutor a contradicciones, haciéndole tomar conciencia de su propia ignorancia sobre el tema que creía dominar. Es el paso previo y necesario para poder aprender.
  • La mayéutica propiamente dicha: Una vez que el interlocutor ha reconocido su ignorancia, Sócrates continúa el diálogo para, juntos, buscar una definición universal del concepto que se está investigando (por ejemplo, la justicia o la valentía). Alcanzar esta definición universal es el objetivo del conocimiento.

El intelectualismo moral

El intelectualismo moral es la teoría ética de Sócrates, que se resume en la afirmación de que nadie obra mal a sabiendas. Esta idea se basa en dos principios:

  • La virtud es conocimiento: El bien y la virtud pueden ser conocidos y, por lo tanto, pueden ser enseñados.
  • El vicio es ignorancia: Quien actúa mal no lo hace por maldad, sino porque desconoce lo que es el verdadero bien.

El razonamiento socrático es el siguiente: todo ser humano busca por naturaleza su propio bien. Si alguien conociera verdaderamente qué es el bien, actuaría necesariamente de acuerdo con él, ya que nadie elegiría voluntariamente algo que sabe que le va a perjudicar. La consecuencia de esta teoría es que, cuando alguien comete una mala acción, no se le debe castigar, sino educarle para que comprenda dónde reside el verdadero bien, porque, cuando lo sepa, necesariamente lo hará.

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