Moral provisional Descartes redacción

NECESIDAD MORAL:  La necesidad de una moral provisional aparece ahora, en el momento en que Descartes piensa ejercitar su método y como persona tiene que seguir actuando en la vida social, por lo que respecto de las acciones no puede permanecer irresoluto. Aparece ahora con ese carácter provisional dado que la razón no la ha garantizado, aunque pudiera considerarse como definitiva en otro momento posterior. Cuando alguien desea construirse una nueva casa debe tomar varias medidas; desde luego establecerse en un lugar cómodo donde residir el tiempo que duren las obras. Así Descartes empeñado en construir un nuevo edificio intelectual, debe buscar acomodo vital, que le permita centrar toda su atención en la tarea de construcción y no le aumente innecesariamente los problemas; en caso de dejar en suspenso también la moral es previsible que, dada la necesidad de actuar por el mero hecho de vivir, le apareciesen muchos problemas, no sólo intelectuales sino sociopolíticos, que le producirían trastornos, incomodidades, que actuarían en menoscabo de su reforma intelectual. Es necesario mantener una moral provisional: un acomodo moral en tanto realiza su inmensa obra

El argumento que justifica la adopción de la moral provisional


1: La razón obliga a suspender el juicio. 2: Si esta suspensión abarcase también el plano moral obligaría a no actuar. 3: No actuar resulta imposible.

Conclusión

Así que la suspensión no debe abarcar el plano moral, o lo que es lo mismo: se debe mantener una moral en tanto no se alcance una definitiva de acuerdo con la nueva construcción que ahora comienza: una moral provisional. Es conveniente, también, reconocer la fuerza argumentativa que tiene la analogía tratada en la cuestión anterior.

La finalidad de la moral provisional


Al mantener una moral, aunque sea provisional, se permite la acción, especialmente en la medida en que, como mantiene Descartes en su primera máxima, se acepten «las leyes y las costumbres de mi país, conservando con constancia la religión en la que Dios me ha concedido la gracia de ser instruido desde mi infancia, y rigiéndome en todo lo demás con arreglo a las opiniones más moderadas y más alejadas del exceso que fuesen comúnmente aprobadas en la práctica por los más sensatos de aquellos con quienes tendría que vivir». También se evitan problemas que en las circunstancias sociales y políticas delmomento podían llegar a ser muy graves (ver Introducción, I, Contexto histórico).

7. ¿Tiene la misma finalidad la suspensión del juicio en la duda teórica que la falta de resolución en el obrar moral?

Tienen una finalidad claramente diferente. En el campo de la teoría la suspensión del juicio es posible y aconsejable para poder encontrar la verdad. Pero en la moral

no podemos permanecer en la indecisión. No se puede permanecer sin obrar en la vida

diaria, y más teniendo en cuenta las propias urgencias de la vida cotidiana. Es necesario,

por tanto, dar una solución de urgencia en las decisiones vitales, y esta es la finalidad de

la moral provisional.

9ª Explica la frase: “…Procurar siempre vencerme a mí mismo antes que a la

Fortuna, y modificar mis deseos antes que el orden del mundo…”

La felicidad puede conseguirse conformándonos con las circunstancias, procurando

cambiarnos nosotros, esto es, nuestros deseos, antes que intentar cambiar el mundo,

lo cual resulta mucho más difícil o imposible. Esta tercera máxima está influenciada por el estoicismo y, en concreto, por Epicteto,

para el cual lo único que está realmente en nuestro poder son nuestros pensamientos.

Los bienes exteriores, como la fortuna, son volubles. Si ciframos nuestra felicidad

en ellos, esta nunca dependerá de nosotros. Por el contrario, si gobernamos nuestros

pensamientos conseguiremos la felicidad, y el argumento que ha de convencernos es que todo aquello que no hemos conseguido después de obrar lo mejor que hemos podido, es imposible, y por tanto inútil el desearlo. La felicidad, en suma, depende del buen gobierno de nuestros pensamientos y consiste en conformarnos con nuestros bienes y no desear más que aquello que podemos alcanzar.

 Razón Teórica Y PRACTICA: Todas estas diferencias nos llevan a admitir que Descartes distingue entre un “uso teórico” y un “uso práctico” de nuestra razón. Desde Aristóteles es tradicional distinguir entre una Filosofía teórica que consiste en la “contemplación de la verdad” (la que ejercita, por ejemplo, un geómetra que hace demostraciones) y una Filosofía práctica que delibera “sobre lo que puede ser de otra manera”, es decir, la acción humana, en la cual no cabe el mismo grado de certeza que en la anterior, pues aquí no hay demostraciones, sino persuasión, por lo que la razón sólo puede “dilucidar esto (la acción) en la medida en que lo permite la materia” (Ética a Nicómaco, Libro I, cap. 3). Sin embargo, Descartes no admitiría nunca que haya una “Razón teórica” y una “Razón práctica”, esto es, dos facultades diferentes. Su concepción de la Ciencia es una, precisamente porque la Razón humana es una, aunque se aplique a objetos distintos. Así, en las Reglas para la dirección del espíritu, Regla I, dice: “Pues no siendo las ciencias otra cosa que la sabiduría humana, que permanece siempre una y la misma, aunque aplicada a diferentes objetos, y no recibiendo de ellos mayor diferenciación que la que recibe la luz del sol de la variedad de las cosas que ilumina…”. Asimismo, cuando trata de definir, en los Principios de la Filosofía, su ideal de Sabiduría, engloba bajo este concepto tanto los fines de la filosofía teórica como los de la filosofía práctica: “Por Sabiduría no sólo hemos de entender la prudencia en el obrar, sino un perfecto conocimiento de cuanto el hombre puede conocer, bien en relación con la conducta que debe adoptar en la vida, bien en relación con la conservación de la salud, o con la invención de todas las artes” (pp. 7-8, edición citada en la bibliografía). La Razón humana es, pues, una, pero según se aplique a la matemática y a la naturaleza o a las acciones humanas alcanzará certezas indudables u opiniones probables.

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