La Legitimidad Científica del Trabajo Social con Grupos: Perspectivas Epistemológicas

Como requisito necesario para la mejora de las condiciones de vida, en este contexto nace y evoluciona el Trabajo Social (TS). Esta disciplina incorpora métodos y conceptos de ciencias sociales afines, adoptando una perspectiva que toma como objeto de investigación la estructura social como factor determinante del pauperismo. Además, establece como parte de su propia identidad el diagnóstico científico orientado a la investigación para modificar las condiciones estructurales que generan la pobreza.

La Legitimidad Científica del Trabajo Social con Grupos

La disputa sobre la legitimidad del Trabajo Social (TS) con grupos como disciplina científica se enmarca en un contexto amplio: el debate en torno a la posibilidad de aplicar el método científico a objetos de estudio como las personas, muy diferentes al resto de elementos que componen el reino de la naturaleza.

El modelo de ciencia vigente es el formulado por Galileo y llevado a su culminación por Newton. Este modelo se basa en la concepción especular del lenguaje: el lenguaje refleja la realidad tal como es, y los términos del lenguaje reflejan dicha realidad, pudiéndose comprobar su adecuación mediante la demostración matemática y la experimentación científica. Según Galileo, el libro de la naturaleza está escrito en el lenguaje de las matemáticas, lo que permite un conocimiento riguroso y universalmente válido. Precisamente por ello, el vertiginoso desarrollo de la ciencia moderna postula esta forma de conocimiento como el modelo que distingue lo científico de lo no científico. La ciencia aporta un conocimiento válido y universal y, frente a ella, cualquier otra forma de conocimiento debe justificar su legitimidad: o es ciencia o no aporta conocimiento válido.

Galileo distingue entre lo que denomina «ciencias naturales», en las que se puede obtener un conocimiento verdadero y necesario, y los «estudios humanos», en los que no es posible establecer distinciones entre lo verdadero y lo falso, dado que no usan demostraciones matemáticas. La evolución de la ciencia en los siglos XVIII y XIX se apoyó en las aportaciones de los grandes fundadores de la ciencia moderna del siglo XVII: racionalismo, empirismo, método lógico-experimental, creencia en la legalidad, pragmatismo, ascetismo, escepticismo e individualismo. Este modelo de ciencia, apoyado en la concepción especular del lenguaje, y en el que la observación, la elaboración teórica y la comprobación empírica permiten descubrir las leyes que rigen el acontecer de los fenómenos en el mundo de la naturaleza, se convierte en el patrón que todas las nuevas ciencias nacidas en el siglo XIX pretenden reproducir en algún grado.

Paralelamente a la expansión de los descubrimientos científicos, surge un debate sobre la adecuación del método científico a un objeto de estudio (las personas) que se encuentra en el origen de la distinción entre ciencias humanas y naturales. Con la evolución de la física en los siglos XIX y XX, se abre paso a una concepción de la ciencia en la que el Trabajo Social (TS) ve reconocido su estatus como disciplina científica. El TS como disciplina se ajusta a las reglas del método científico (empirismo, observación intersubjetiva, neutralidad valorativa y crítica de la realidad social). Y la discusión sobre el carácter problemático de estas reglas no afecta solo al Trabajo Social, sino a todas las disciplinas y al concepto mismo de conocimiento científico.

El estudio del positivismo, el falsacionismo, la teoría kuhniana y las propuestas de autores como Lakatos y Feyerabend nos permiten situar al Trabajo Social con grupos como una ciencia social más y demostrar cómo algunas de sus características (pluralismo metodológico, carácter poliparadigmático, etc.) responden a su objeto de estudio y no implican en ningún caso la negación de su condición científica.

3.1. El Positivismo

Como sistema filosófico, el positivismo se caracteriza por admitir como única forma de conocimiento la experiencia. Por lo tanto, la observación empírica será la única forma de acceso a la realidad, y el método científico el único camino para describirla. Se basa en la teoría especular del lenguaje y postula una relación neutral entre los términos del lenguaje y la realidad empírica que reflejan. Precisamente por esto, el positivismo defiende que la ciencia debe explicar solo lo observable, y que solo lo observable es objeto de conocimiento. Postula la liberación de prejuicios del pasado y la adhesión a lo positivo, a lo dado, tal como se presenta a la observación. Por ello, desde Comte, la epistemología positivista se ha opuesto a toda teorización metafísica. Las características generales del positivismo son:

  • Teoría especular del lenguaje: los enunciados observacionales carecen de presupuestos teóricos.
  • Verificabilidad como criterio de demarcación del conocimiento científico: el conocimiento científico se caracteriza por proporcionar enunciados verificables empíricamente.
  • Simetría de la explicación y la predicción: la teoría científica que permite explicar un fenómeno permite predecirlo, y por tanto la fuerza explicativa de una teoría científica depende de su capacidad predictiva.
  • Unidad del método científico: tanto las ciencias de la naturaleza como las humanas operan con el mismo método, basado en la comprobación empírica y la formulación de leyes que explican los fenómenos y permiten predecirlos.
  • Pragmatismo: el fin del conocimiento científico es utilitario, y permite aumentar el bienestar social y mejorar la condición humana.
  • Crítica de la metafísica y teorías hermenéuticas: la explicación científica debe limitarse a lo observable.

El positivismo ha evolucionado con el tiempo, desde Comte hasta Hempel. Dentro de esta evolución, cabe destacar la importancia del «neopositivismo clásico» desarrollado por el Círculo de Viena a principios del siglo XX, cuyo presupuesto metodológico es el llamado «criterio de verificabilidad». Según este criterio, un enunciado es científico y tiene significado siempre que puede ser verificado por indicios observacionales.

Este principio positivista ha sido objeto de numerosos debates, tanto en sus propios términos como en su fundamento último, al diferenciar entre términos teóricos y observacionales. Al examinar críticamente la distinción entre términos teóricos y observacionales, Hanson introdujo la noción de «carga teórica» para señalar cómo toda observación de los hechos incluye una organización conceptual. Las observaciones, hechos y datos de una determinada explicación científica llevan consigo una organización que está determinada previamente por el modelo conceptual a través del cual se observa. Debido a la carga teórica de los hechos, existe una lógica del descubrimiento en la cual lo razonable viene determinado por los modelos conceptuales que subyacen a los datos. La diferencia entre los términos teóricos y los observacionales es quizás el punto más débil de la epistemología positivista, de modo que las ciencias sociales de esta tendencia ya no resultan posiciones viables.

En el ámbito de la metodología propia de las ciencias sociales, y específicamente dirigida a la interacción grupal, tanto los datos primarios de una investigación como los secundarios son lingüísticamente producidos; por lo tanto, la ilusión de la transparencia del lenguaje es solo eso, una ilusión que pretende establecer una correspondencia imposible entre una realidad externa y el observador. Todos los datos están lingüísticamente producidos. Por ello, el objeto debe ser comprendido como un proceso de producción de datos.

3.2. El Falsacionismo

La obra de Popper se desarrolla en pleno debate con las concepciones neopositivistas del conocimiento científico. Popper defendió la importancia de la metodología deductiva. Ante un problema, se elabora una explicación teórica, de la cual se deducen hipótesis empíricamente comprobables. Si se logra verificar empíricamente dichas hipótesis, las teorías se confirman como científicas. De lo contrario, deben ser abandonadas.

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