La Edad Media: Un Periodo Clave en la Historia de Occidente
La expresión Edad Media designa el período de la historia de Occidente que abarca desde la caída del Imperio Romano (476 d.C.) hasta el comienzo de la Modernidad (siglo XV).
Declive y Reestructuración Social: El Feudalismo
La sociedad, surgida de la fusión de los pueblos romanizados con los invasores germánicos, experimenta un largo proceso involutivo: los núcleos urbanos se debilitan o desaparecen, las comunicaciones y el comercio se interrumpen, y la economía se retrotrae a una fase primitiva y rural. De este contexto nace una nueva estructura social y política: el feudalismo, caracterizado por la relación de vasallaje-señorío que culmina en el soberano.
A pesar de este declive, subsisten la herencia jurídica de Roma y las huellas de la ciencia y metafísica griegas.
El Cristianismo como Eje Cultural y Político
Sin embargo, el factor más profundo y dominante en esta época es el Cristianismo. La religión cristiana se impone frente a otras creencias, se defiende del racionalismo griego y utiliza sus conceptos metafísicos para desarrollar una teología especulativa. Unida al derecho romano, crea una jerarquía eclesial que entra en competencia con los poderes temporales.
Renacimiento Medieval: Crecimiento y Apertura (Siglos XI-XIII)
Entre los siglos XI y XIII, Europa experimenta una transformación positiva en los aspectos económicos, sociales y culturales. La población crece y la producción agrícola y ganadera mejora. Los burgos o ciudades se repueblan y prosperan; se incrementan la actividad artesanal y el comercio, lo que origina una nueva clase social y el surgimiento de las corporaciones gremiales que definirán la estructura económica de Europa durante los siglos siguientes. Paralelamente, las estructuras feudales se van debilitando y Europa se abre más al mundo islámico y bizantino.
Centenares de abadías y monasterios cultivan las artes y las letras. En el siglo XIII, se difunde una nueva modalidad de orden religiosa: las órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos principalmente), que dedican sus actividades a la predicación y la enseñanza.
El Auge de las Universidades y el Pensamiento
El hecho más importante para la historia del pensamiento es la aparición de las universidades, fundándose 52 en Europa entre los años 1200 y 1400. La universidad más relevante y el gran centro intelectual del siglo XIII fue la de París, donde Tomás de Aquino fue ‘maestro’ en la Facultad de Teología.
En el ámbito filosófico, el lento resurgir de la Europa cristiana alcanza a finales del siglo VIII un corto período de florecimiento que se frustra tras la muerte de Carlomagno. Es necesario esperar hasta el siglo XII para ver consolidarse este resurgir, siendo la figura más representativa San Anselmo, quien construye una teología racional.
Las escuelas de traductores (Toledo, Sicilia, entre otras) ponen a disposición de los teólogos y filósofos cristianos la integridad de los escritos aristotélicos, junto con los comentarios de pensadores árabes y judíos. Los principales comentaristas árabes son Avicena, quien transmite un aristotelismo platonizado, y Averroes, que presenta un aristotelismo más puro. El aristotelismo constituye un saber acerca del mundo y su primera causa que no arranca de la fe, sino de la razón natural. La traducción y el conocimiento de su pensamiento son hechos decisivos en la evolución de la posterior escolástica cristiana.
Desafíos Filosóficos y Teológicos
Desde el punto de vista filosófico, se plantea el problemático intento de síntesis entre los planteamientos opuestos de Platón y Aristóteles. Desde el punto de vista teológico, el desafío es hacer compatibles las proposiciones filosóficas y los contenidos de los libros sagrados.
Periodos Clave de la Filosofía Medieval
Patrística
Su objetivo primario no es la filosofía en sí, sino la catequesis o apología de la fe. Sus representantes son hombres con formación filosófica, lo que les lleva a abordar problemas filosóficos en relación con el mensaje religioso. La figura principal de esta etapa es San Agustín. Para el agustinismo, no hay separación entre filosofía y teología, entre fe y razón; ambas colaboran en el esclarecimiento de la verdad: la razón sirve a la fe y la fe ilumina a la razón. La razón sola, sin la fe, no puede alcanzar la verdad (que es Dios), lo que implica una subordinación de la razón a la fe. Su máxima expresión es la célebre frase: «Credo ut intelligam» (Creo para entender).
Escolástica
Este periodo debe su nombre a los maestros y a la enseñanza propios de las Escuelas de la época. Figuras importantes de esta etapa incluyen:
- San Anselmo (siglo XI): Retoma el principio agustiniano «Credo ut intelligam» y lo lleva a su máxima expresión, enfatizando no la necesidad de la razón para creer, sino la necesidad de la fe para poder conocer la verdad.
- Frente a esta postura, reacciona Santo Tomás de Aquino (máximo representante en el siglo del apogeo de la Escolástica), quien establecerá una cierta autonomía, además de una colaboración, entre la razón y la fe.
- Otros filósofos importantes de la época son Pedro Abelardo (siglo XII) y Pedro Lombardo (siglo XIII).
Principales Escuelas Filosóficas del Siglo XIII
Escuela Franciscana
Esta escuela tiende a mantener la tradición agustiniana con una fuerte influencia neoplatónica. Sus máximos representantes son Alejandro de Hales y San Buenaventura. Mezcla temas filosóficos y teológicos en una sola sabiduría cristiana. Aunque distingue entre fe y razón desde una perspectiva metodológica y en cuanto a sus objetos, sostiene que todo sistema metafísico o filosófico satisfactorio debe ser guiado por la fe.
Averroísmo Latino
Se apoya en la filosofía de Aristóteles y extrae de ella conclusiones que contradicen el dogma cristiano, tales como la mortalidad del alma individual o la eternidad del mundo y la materia. Para salvar el dogma cristiano, sus defensores propusieron la Teoría de la Doble Verdad: una misma proposición podía ser verdadera según la filosofía y falsa según el dogma. Este movimiento tuvo su centro en la Facultad de Artes de París.
Escuela Dominica
Esta escuela emprende la tarea de purificar las nociones aristotélicas para hacerlas compatibles con el dogma cristiano y poder servirse de ellas para una mayor penetración en los misterios de la revelación divina. Se inicia con Alberto Magno (Alberto de Bollstädt) y culmina con su discípulo Tomás de Aquino. Este último pretenderá llevar a cabo una síntesis de la doctrina cristiana y una síntesis entre el cristianismo y la filosofía antigua. Además de sus evidentes raíces aristotélicas, lo más genuino de la metafísica tomista proviene de una reflexión profunda sobre el concepto cristiano de creación, interpretado platónicamente como participación. En cuanto a las relaciones entre razón y fe, defenderá la neta distinción entre ambas, la no contradicción, la existencia de una zona de confluencia y la teología sagrada como ciencia ‘mixta’.