El Origen de la Filosofía
Con la pregunta ¿Por qué filosofar?, no nos planteamos un problema de origen, por dos razones:
Nos ocupa más la muerte de algo que el nacimiento, pero la muerte está en estrecha relación con el nacimiento. El nacimiento de la filosofía es cuando se perdió la razón, y la muerte será cuando se encuentre la razón.
Con la pregunta no nos planteamos un problema de origen en el sentido histórico de la palabra, ya que la filosofía misma tiene o es una historia, una historia del deseo.
Cada vez partimos de cero, porque cada vez hemos perdido el objeto de nuestro deseo.
Decir que la filosofía es historia tiene un significado filosófico, ya que las soluciones de continuidad prueban exactamente que no damos con el sentido. El filósofo debe partir de cero todos los días, por eso se dice que el filósofo es un eterno principiante.
Esta discontinuidad es el testimonio contradictorio de una continuidad.
Freud explica que el impulso hacia la nada se expresa en la repetición. Ejemplo: quien mata a Platón (teóricamente), es quien se identifica con él, quien intenta repetirlo.
La filosofía alienta a la esperanza de una lengua absoluta, con esto estamos a la expectativa de la unidad.
Esta unidad no se ha perdido, ya que la filosofía es historia, por lo que hay una continuidad que es la del deseo de la unidad.
La escisión es la pérdida continua de la unidad, donde la filosofía puede diversificarse, perder la continuidad.
El deseo de la unidad es la prueba de que esta unidad falta, pero también la unidad del deseo demuestra su presencia.
La pérdida de la unidad es el motivo de la filosofía, ya que nos impulsa a filosofar. Con la pérdida de la unidad, el deseo se reflexiona.
El origen de la filosofía está en el día de hoy.
Para el pasado y el futuro, el origen de la filosofía solo se puede situar a ambos lados del presente, porque este no está aún colmado, porque encubre una ausencia en su permanente actualidad, porque no ha conseguido la unidad.
¿Por qué es necesario filosofar? Porque se ha perdido la unidad, y porque vivimos y pensamos en la escisión. Y no hay una unidad transtemporal de esta pérdida.
- En conclusión, querer buscar el origen de la filosofía es una empresa algo vana, porque la carencia que soportamos, y que suscita la filosofía (la pérdida de la unidad), no es algo pasado, sino que está aquí y ahora, es decir, no cesa de repetirse, de modo que la filosofía tiene su origen en sí misma, y por eso es historia.
Sobre la Palabra Filosófica
- La filosofía comienza cuando los dioses enmudecen, sin embargo, toda la actividad filosófica se basa en la palabra (es una paradoja).
Aclaración de algunos aspectos de la palabra:
- El pensamiento no es una cosa separada del hablar, ya que pensar es hablar. Cuando no encontramos las palabras para expresar un pensamiento, no es que sean ellas las que falten a nuestro pensamiento, es más bien nuestro pensamiento el que falta a aquello que le hace señales. Esto nos lleva a que el verdadero sujeto del decir no es “el que dice”, sino lo dicho. La verdadera palabra jamás se escucha a sí misma, sino que intenta dejarse guiar por lo que quiere decir.
- Un poeta es el ser menos poético que existe, porque no tiene identidad.
- Cuando hablamos, actuamos siempre en dos registros: el registro del significante (las palabras) y el del significado (el sentido).
- Hay frases hechas que son “la letra muerta”, ya que hablan para no decir nada. Ejemplo: buenos días, cómo estás, hola.
- El sentido se modifica al decirse; al decir algo, al nombrarlo, se crea, no de la nada, sino instruyéndolo en un nuevo orden, el del discurso.
- La palabra cambia lo que pronuncia, lo cual nos permite comprender este co-nacimiento (nuevo sentido), aparentemente enigmático, de los signos y del sentido.
- Pensar (o mejor dicho hablar) convierte la situación en un discurso articulado para que no se pierda, no se disfrace el sentido.
- Hablar es comunicar. La comunicación sería la operación que garantiza la transmisión de un mensaje preparado a uno de los polos del sistema.
- Expresar sería sacar al exterior lo que permanecía en el interior (ejemplo: cuando se sacuden las alfombras).
La comunicación implica el intercambio de roles, que yo no sea simplemente yo mismo con mis razones y mis pasiones, sino también el otro con las suyas. Por esto, si nosotros hacemos conjuntamente una palabra, hacemos su armonía, su unidad, incluso con la guerra que mantenemos uno contra otro.
- Hablar es pensar, es decir, lleva en sí la capacidad de estar al otro lado del yo.
- Al entrar en el orden del lenguaje (que es también del pensamiento) entramos en el orden de la sociedad, porque tomamos posesión de un sistema (o el sistema de nosotros).
- La palabra viene de un lugar más lejano y profundo que el del hablante, que envuelve a los interlocutores, y que de manera inarticulada, está ya presente en lo que todavía no se ha dicho.
- Primera lógica:
- Segunda lógica: sintaxis, estudiar la ordenación de las palabras, para así unirlas.
- Conocer es existir.
- Nada termina en sí mismo; todo está diseñado tanto desde dentro por sí mismo, como desde fuera por el vacío en el que trazaría su forma ausente, lo mismo que cada trazo está guiado por los demás.
- Las cosas se pueden conocer de dos maneras, como contiguas (que ocupa un lugar inmediato) o como complementarias. Pero cada cosa obedece a la necesidad de ser vista.
- Si el mundo es un lenguaje es porque cada cosa en él se opone a las demás, y la llama para adquirir sentido.
Observaciones de Ferdinand de Saussure:
- En la lengua no hay más que diferencias.
- Una diferencia supone términos positivos, entre los cuales se establece. Pero en la lengua solo hay diferencias sin términos positivos.
- La lengua no comporta ni ideas, ni sonidos preexistentes al sistema lingüístico, sino solamente diferencias conceptuales y fónicas resultantes de ese sistema.
- Entre los signos no hay más que oposición.
- En la lengua, como en todo sistema semiológico, lo que distingue a un signo es todo lo que lo constituye.
- La lengua es una forma y no una sustancia.
- Claudel, con la “llave de Saussure” dice que la realidad es por completo la lengua que habla Dios.
- El filosofar comienza cuando Dios enmudece en el momento en que se pierde la unidad de la multiplicidad que forman las cosas, cuando la guerra deja de ser armonía.
- La paradoja de la filosofía: ser una palabra que se alza cuando el mundo y el hombre parecen haberse callado.
- El mundo cristiano contiene una fe enferma en un mundo enfermo, un mundo en el que el hijo de Dios ha encontrado su muerte. Esta religión puede integrar a su código incluso la equivocación, es decir, la falta del código.
- La labor de la ciencia es elaborar una lengua capaz de hablar exactamente de las cosas sin que estas puedan desmentirlas.
- Comparación hechicero y sabio (chamán y médico): el hechicero está persuadido de la simbólica universal, a la que él mismo pertenece, y que su palabra solo es eficaz en la medida en que es oída por los hombres de su cultura, como la palabra que ordena el universo. En cambio, el sabio no se somete a otra cosa que a la fría ausencia de tal simbólica; fascinado por el azar, la contingencia, el desorden, sabe que no puede aglutinarlas en un orden, en una red de razones o de leyes, si no es construyendo él mismo este orden a partir de signos inciertos. Incluso cuando mediante una teoría parece haber cedido la palabra a la unidad que sufría en la multiplicidad de hechos, no cesa de sospechar que esa unidad no sea sino el eco de su propio discurso. El sabio sueña con restablecer o establecer una simbólica general del mundo.
- La filosofía recalca la frase de Einstein: “lo que hay de incomprensible es el universo que sea comprensible”.
- La palabra filosófica lleva su ubicuididad (el lado del sentido y del significante) hasta el extremo, hasta el paroxismo.
- El discurso filosófico no se posee a sí mismo, porque si no hubiera en su discurso más que lo que una conciencia limpia quisiera colocar, no habría nada.
- La palabra filosófica tiene la capacidad de hacerse entender porque ella misma entiende.
- La palabra filosófica sabe que puede ser oída, como el relato de un sueño.
- Para poder situarnos en la corriente de las palabras tenemos que estar ya dentro con toda nuestra experiencia, aún no dicha, y saber que es esta presencia de lo no dicho en el decir la que conforma su verdad antes de cualquier definición.
- La palabra filosófica contiene más que lo que cree dar, ya que arrastra más sentido que lo que ella quisiera.
- La palabra filosófica no captura el deseo; por el contrario, su dueño es ese viejo niño desnudo.
- Con la filosofía, el deseo se reflexiona, y esta reflexión se la debemos a la palabra, esa que se deja hacer y que no se deja hacer a la vez por lo que tiene que decir.
- La palabra es filosófica porque sabe que, como toda palabra, es asida, incluso cuando su mayor deseo es asir.
- El demasiado poco significado del deseo es la ley de toda palabra.
- ¿Por qué filosofar? = ¿Por qué hablar?
- En conclusión, la palabra filosófica no puede encerrarse en un discurso coherente y suficiente (ejemplo del diccionario), sino que está siempre más acá de lo que quiere decir, que no dice lo suficiente, y que está a la vez más allá, que dice demasiado, y finalmente, que lo sabe.
Sobre Filosofía y Acción
- Reuniendo las tres primeras conferencias se descubre que filosofar no sirve para nada, no conduce a nada, puesto que es un discurso que no obtiene jamás conclusiones definitivas, ya que es un deseo que se arrastra indefinidamente con su origen, un vacío que no se puede llenar.
- La filosofía vive de la palabra como de un recurso.
- Se puede matar a la filosofía sin necesidad de envenenar al filósofo. Se puede impedir al filósofo estar ahí, que se halle presente con su falta en la sociedad.
- La onceava tesis de Feuerbach escrita por Marx dice que los filósofos no han hecho sino interpretar el mundo de distintas maneras; se trata de transformarlo. Y esto es un punto de partida de la incapacidad, la ineficiencia de la filosofía.
- El decir transforma lo que se dice.
- No se puede obrar sin conocer lo que se quiere hacer, sin discutirlo ni decirlo con uno mismo o con los demás.
- En el marxismo hay una crítica radical de la filosofía, que resulta del hecho de que Marx da a la filosofía su plena dimensión.
- Marx muestra que la filosofía es una reflexión separada de la realidad, poseedora de una existencia espiritual separada de la existencia a secas.
- Esta reflexión está habitada de manera inconsciente por la realidad, por la existencia y por los problemas del hombre real, por la problemática social real.
- La ideología según el marxismo es una representación autónoma de la realidad.
- Mientras una corriente sea oprimida en la realidad, mientras un deseo real no pueda manifestarse, esa corriente se expresará de otra forma (se disfrazará), jugará al poder en otro ámbito de la realidad. Ahí tenemos la ideología, la filosofía.
- La crítica marxista adquiere profundidad con esto: la filosofía no es falsa como lo es falso el juicio que manifiesta que la pared es verde cuando en realidad es roja. Es falsa, ya que traslada a otro mundo, al mundo metafísico.
- Es una crítica radical, ya que no existe una dimensión específicamente filosófica, ya que las cuestiones filosóficas son cuestiones reales, transcritas, codificadas en otro lenguaje.
- La realidad de la filosofía procede solamente de la irrealidad de la realidad, de la carencia que experimenta la realidad.
- Marx muestra a la filosofía como hija del deseo; dice que la filosofía va en búsqueda de su fin.
- Hegel dice que lo verdadero es todo, que lo absoluto es esencialmente resultado, es decir, que solo al final es lo que es de hecho.
- Marx: la filosofía busca la muerte de la filosofía, he ahí su verdadera pasión. Esta muerte haría que no haga falta filosofar, por lo que la carencia que constituye la base de esa necesidad de filosofar, el deseo, se habría colmado.
- En el sentido de Marx, la filosofía es una ideología.
- “Ahora se trata de transformar el mundo” significa que hay que modificar la realidad, cambiar la vida de tal forma que no haya que filosofar (que soñar), que debemos tomar posesión de nosotros mismos a la luz del día.
- Hay falsas actividades que obtienen un resultado inmediato, pero que no transforman realmente las cosas.
- “La humanidad solo se plantea los problemas que está en condiciones de resolver” significa que transformar el mundo no significa hacer cualquier cosa; hay que transformarlo porque en él hay una aspiración a otra cosa, que lo que falta ya está ahí.
- Marxistas: si no hubiera tendencias, no habría transformación posible.
- Transformar realmente el mundo sería liberar el sentido que ronda por las cosas, darle pleno poder.
- La acción transformadora es una “teoría”.
- Marx: es necesario que la realidad busque el pensamiento.
- El pensamiento y la palabra solamente pueden ser verdaderos si la realidad viene al pensamiento, si el mundo viene a la palabra.
- Para el marxismo no hay tablas de la ley.
- No hay una ley escrita que determine el sentido de la historia y de la sociedad, esto quiere decir que hay que abandonar la idea que ha dominado y sigue dominando a la filosofía de la historia y de la acción, una idea metafísica precisamente.
- La razón del marxismo por la que hay que reflexionar: si es verdad que el mundo pide ser transformado es porque hay un sentido en la realidad que pide acontecer; pero si es verdad que ese sentido pide acontecer, es que su advenimiento se ve impedido de alguna forma.
- Concepción agustiniana: no existe un principio autónomo del mal, del error.
- El adversario está dentro de mi mismo pensamiento.
- El marxismo está muy lejos del maniqueísmo (doctrina basada en el bien y el mal).
- No se puede transformar el mundo si no es comprendiéndolo.
- La carencia es nuestra ley: que toda presencia se da sobre un fondo de ausencia.
Finalmente… ¿Por qué filosofar?
Porque existe el deseo, porque hay ausencia en la presencia, muerte en lo vivo, y porque tenemos capacidad para articular lo que aún no lo está; y también porque existe la alienación, la pérdida de lo que se creía conseguido y la escisión entre lo hecho y el hacer, entre lo dicho y el decir; y porque no podemos evitar esto: atestiguar la presencia de la falta con la palabra.