Las cosmovisiones no son únicamente explicaciones científicas del universo, sino construcciones humanas motivadas por la necesidad de comprender el entorno físico. Nacen del deseo de alcanzar la verdad, obtener seguridad o encontrar consuelo. Por eso, es natural que una cosmovisión tenga implicaciones que trascienden lo científico, influyendo en la filosofía y en la religión, al mismo tiempo que ellas mismas están condicionadas por estas posturas.
La Cosmovisión Antigua: Un Universo Ordenado y Antropocéntrico
El modelo antiguo del universo ofrece varias implicaciones filosóficas destacadas:
La realidad está perfectamente ordenada
En esta visión, el universo es un todo coherente, donde cada cosa está organizada e integrada armónicamente. Cada parte del cosmos tiene una finalidad propia y cumple una función dentro del conjunto. No hay elementos sin sentido ni azarosos: todo forma parte de un orden general orientado hacia fines específicos.
El movimiento es inherente a la materia
El cambio en los seres no se explica únicamente por la acción de fuerzas externas, sino también por un dinamismo interior. La materia de la que están compuestos los seres posee en sí misma la capacidad de transformarse. Por tanto, el movimiento es natural a la materia, y cada ser tiende a desarrollarse según su propia naturaleza.
La realidad es cognoscible y predecible
Esta concepción defiende que el universo puede ser completamente comprendido por la razón humana. El funcionamiento del mundo se basa en relaciones de causalidad orientadas hacia fines, lo que lo hace inteligible y predecible. A través de la observación y la reflexión, el ser humano puede descubrir cómo funciona la naturaleza y cuál es su sentido.
La perspectiva es antropocéntrica
El mundo se concibe desde el punto de vista humano, como si estuviera hecho a su medida. La razón humana se considera capaz de abarcar y comprender toda la naturaleza. En esta visión, la Tierra ocupa un lugar privilegiado: es única, inmóvil y está en el centro del universo, lo que refuerza una percepción del cosmos centrada en el observador terrestre.
La Revolución Copernicana y la Física Clásica: Un Universo Mecanicista
El cambio radical que la ciencia vivió en los siglos XVI y XVII, conocido como la revolución o giro copernicano, no solo transformó el pensamiento científico, sino que trajo consigo profundas consecuencias filosóficas. A partir de esta nueva cosmovisión, surgieron distintas ideas sobre la realidad, Dios, la naturaleza y el lugar del ser humano en el universo.
Simplicidad
Uno de los aspectos clave de esta nueva visión es la búsqueda de explicaciones simples y universales. Se pretendía comprender toda la realidad, tanto la terrestre como la celeste, a partir de un pequeño número de leyes comunes, lo que supuso una ruptura con la antigua distinción entre el mundo sublunar y supralunar.
Mecanicismo
Con la física de Newton se impone una imagen del universo como una máquina perfecta, parecida a un reloj, donde todo está conectado mediante mecanismos precisos y previsibles. La realidad solo se entiende a partir de lo mensurable y cuantificable, y solo lo que puede expresarse mediante leyes matemáticas es considerado relevante. Por tanto, los aspectos cualitativos de la naturaleza quedaron relegados, ya que no se ajustaban a este nuevo enfoque.
Determinismo
La nueva cosmología defiende que los fenómenos naturales están regidos por leyes estrictas y necesarias. Si se conoce una situación inicial con todos sus datos, es posible predecir con certeza absoluta lo que ocurrirá después. Así, el azar no existe realmente; lo que impide prever ciertos acontecimientos es simplemente la falta de información suficiente.
Papel de Dios en la cosmología
Aunque no se niega la existencia de Dios, su papel queda reducido al de creador del universo y sus leyes. Una vez que el mundo ha sido creado, se concibe que funciona por sí mismo, sin intervención divina posterior. La perfección de este mecanismo puede interpretarse como una prueba de la existencia de un creador, pero también puede conducir a considerarlo innecesario, facilitando posturas ateas.
Importancia de la naturaleza
En esta nueva cosmovisión, la naturaleza adquiere un lugar central. Ya no solo Dios y el ser humano tienen valor privilegiado. Ahora, la naturaleza es vista como una realidad autosuficiente, que, una vez creada, evoluciona siguiendo sus propias leyes. Incluso el ser humano se encuentra sometido a esas leyes naturales.
Situación del hombre en el cosmos
El ser humano deja de ocupar un lugar central. Ahora comprende que habita un universo vasto y quizá infinito, donde su existencia es mínima y periférica. Este universo no parece tener una finalidad clara, ni estar diseñado especialmente para favorecer al hombre. Esta percepción puede generar un sentimiento de inseguridad y soledad cósmica, como el que expresó Blaise Pascal al hablar del “eterno silencio de estos espacios infinitos”.
Poder de la razón
A pesar del determinismo que domina esta visión, el ser humano encuentra consuelo y sentido en su capacidad racional. Se considera que la razón es una herramienta poderosa e ilimitada, capaz de descubrir las leyes del universo. La confianza en la razón se convierte en una fuente de optimismo, compensando la sensación de pequeñez e insignificancia ante la inmensidad del cosmos.
La Física Moderna: Relatividad, Cuántica y Caos: Un Universo Incierto
Las teorías de la relatividad, la mecánica cuántica y la teoría del caos han transformado profundamente la comprensión científica del universo, generando implicaciones filosóficas que inquietan incluso a muchos científicos. Estas nuevas perspectivas rompen con la visión tradicional de la física clásica, basada en la posibilidad de una explicación precisa, exacta y objetiva de la realidad. En cambio, plantean un mundo más complejo, incierto y difícil de predecir, que desafía nuestras intuiciones más básicas.
Imposibilidad de separación sujeto-objeto
La física cuántica pone en duda la idea de que el observador pueda mantenerse al margen de lo observado. Según el principio de incertidumbre, para conocer un fenómeno cuántico es necesario interactuar con él, y esta interacción altera inevitablemente el resultado. Así, en el ámbito de lo muy pequeño, el acto de observar ya modifica la realidad. Esto cuestiona la noción de un mundo totalmente objetivo y accesible al conocimiento humano independiente del observador.
Indeterminismo e imprevisibilidad
Tanto la mecánica cuántica como la teoría del caos desafían la imagen determinista del universo. La física cuántica no puede predecir con certeza el resultado de un fenómeno, solo ofrece probabilidades estadísticas. Por su parte, la teoría del caos muestra que, incluso si un sistema sigue leyes deterministas, su comportamiento puede volverse impredecible si es muy sensible a las condiciones iniciales. En estos casos, una mínima variación en los datos puede llevar a resultados completamente distintos, lo que imposibilita hacer predicciones fiables a largo plazo.
Alejamiento respecto al sentido común
Estas nuevas teorías también se alejan de nuestras intuiciones cotidianas. La relatividad, por ejemplo, desafía la percepción común del tiempo y el espacio, al afirmar que ambos son relativos al observador. La mecánica cuántica propone fenómenos difíciles de imaginar, como el hecho de que una partícula pueda comportarse como onda o partícula según las circunstancias. Y la teoría del caos revela orden emergente en medio del aparente desorden, algo que también choca con nuestra experiencia habitual. Dado que estas ideas se aplican a realidades muy alejadas de lo que vivimos en el día a día, resultan difíciles de comprender para quien no está familiarizado con su lenguaje y su lógica.