EL PROBLEMA DE LA MORAL: ÉTICA
Tomás de Aquino creía que Dios había creado toda la realidad de acuerdo a un plan sabio y providente.
El universo entero está ordenado según la ley eterna, dictada por Dios, que establece los fines a los que
tienden todas las criaturas. Por tanto, tiene una visión teleológica, todo cuanto existe en el mundo persigue
un propósito específico y determinado que es la felicidad.
Así pues, la ética de Tomás de Aquino es
eudemonista, al igual que la de Aristóteles. Sin embargo, su concepto de felicidad no es el mismo que el
de la filosofía aristotélica ya que para Aquino felicidad suprema solo se puede consistir en la
contemplación de Dios y solo podemos alcanzar el máximo grado de felicidad en la vida ultraterrena, es
decir, más allá de la nuestra vida terrenal.
Pero si queremos ser felices en este mundo debemos tener una guía de cómo comportarnos en nuestra
vida terrenal. Esta guía la podemos conseguir con ayuda de la razón que nos permite comprender cuales
son las tendencias naturales que Dios ha dispuesto en nuestro interior. Estas tendencias naturales forman
la ley natural, que es la manifestación de la ley eterna que hace referencia los seres humanos, como se
tienen que comportar. Si deseamos alcanzar la felicidad, debemos identificar estas tendencias naturales
y ajustar nuestro comportamiento de acuerdo con ellas. Los preceptos de la ley natural (la ley moral)
derivan de lo que realmente son los seres humanos. Podemos captar estos preceptos haciendo uso de la
sindéresis, que es la capacidad natural que tenemos todos los seres humanos para utilizar la razón de
forma recta y ajustada a la naturaleza. La luz de la recta razón nos indica de forma muy clara la primera
norma básica de la conducta moral que consiste en hacer el bien y evitar el mal. Ahora bien, como
nuestra alma está dotada de libre albedrío disponemos de una voluntad libre que nos permite elegir entre
el bien y el mal. Por lo tanto, aunque en todos los seres humanos hay una tendencia espontánea y natural
a hacer el bien, también podemos escoger hacer el mal.
Para Sto. Tomás la razón nos permite entender cuáles son nuestras tendencias naturales de las cuales se
derivan algunas normas éticas fundamentales: como el ser humano es una sustancia, tendemos de forma
natural a conservar la propia existencia, de aquí se deriva la norma moral básica de respeto a la vida;
en segundo lugar, en cuanto que el hombre es un animal, las personas tenemos la tendencia natural a
reproducirnos y formar una familia, por lo que la norma que se extrae es la obligación de hacerse cargo
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de los hijos, cuidar de ellos y darles una educación; por último los humanos somos seres racionales y
sociales, lo cual supone que tenemos una tendencia natural a conocer la verdad y vivir en sociedad. Esto
significa que debemos esforzarnos por alcanzar la verdad, de manera especial en lo tocante a nuestra
relación con Dios y la obligación de encontrar formas adecuadas de convivencia para poder
relacionarnos satisfactoriamente con los demás. De esta última inclinación se deriva la ley positiva,
creada por el hombre.
De estas tendencias naturales, captadas por la razón se derivan normas éticas fundamentales, así pues,
incumplir estas reglas supone actuar contra nuestra propia naturaleza y es un grave pecado.
El contenido de la ley natural (sus preceptos) es evidente (todos pueden llegar a conocerlos), universal
(vale para todos los seres humanos) e inmutable (no cambia nunca) por estar implícito en la esencia
humana.
Cuando se cumplen los mandatos dictados por la ley natural, que constituyen lo que llamamos moral, se
considera que el hombre es virtuoso y puede alcanzar la felicidad, pero es una felicidad natural que
se encuentra en este mundo. Pero esta felicidad natural nos conduce a la felicidad sobrenatural, el Bien
Supremo que consiste en un estado de beatitud en el que alcanzamos la contemplación de Dios.
EL PROBLEMA DE LA SOCIEDAD: TEORÍA SOCIAL
Siguiendo a Aristóteles, la política tomista afirma que el ser humano es social por naturaleza por lo que
el Estado responde a la necesidad natural que todos tenemos de vivir con los demás. El Estado debe
ocuparse se bien común, velando para satisfacer las necesidades de todas las personas, promoviendo la
paz y favoreciendo la convivencia armoniosa. Esta misión del Estado hacer que se clasifiquen los distintos
regíMenes políticos en dos grandes grupos: las formas de gobierno justas cuando el objetivo que se
propone el Estado es alcanzar el bien común, que se da en la monarquía, la aristocracia y la democracia
y los regíMenes políticos injustos en lo que se antepone el bien particular al colectivo, es el caso de la
tiranía, la oligarquía y la demagogia. Para Tomás de Aquino, la monarquía es el mejor de todos los
sistemas en la que el poder del príncipe debe verse limitado por otras magistraturas o consejos de notables
y la peor forma la tiranía.
Para vivir en sociedad es necesario que el Estado elabore reglas o normas de convivencia recogidas en la
ley positiva elaborada por los seres humanos. Esta ley positiva debe respetar los preceptos de la ley
natural, que siempre está por encima de ella. La ley positiva es una exigencia y prolongación de la ley
natural. Las leyes positivas no serán válidas cuando vayan en contra de la ley natural, en este caso en
correcto desobedecer las leyes promulgadas injustamente.
Para Sto. Tomás los seres humanos no solo tienen necesidades físicas, puesto que además aspiran a
alcanzar la salvación más allá de la vida. Puesto que las personas somos también seres espirituales es
preciso distinguir el papel que tiene la Iglesia y el Estado. Mientras que el Estado se ocupa de
cuestiones humanas y terrenales, la Iglesia se ocupa de los asuntos espirituales, que son más importantes
porque atañen a la salvación del alma.