El juicio ordinario

2.4. Racionalismo y Empirismo

En el desarrollo histórico de la filosofía, la preponderancia dada a los sentidos o a la razón, como fundamento del conocimiento, ha dado lugar a dos postu­ras clásicas: el Racionalismo y el Empirismo.
El Racionalismo
El Racionalismo se caracteriza por defender la primacía del entendimiento so­bre el conocimiento sensible.
Igualmente, los racionalistas sostienen la existencia de ideas innatas en el entendimiento. Estas ideas florecen con ocasión de las distintas experiencias sen­sibles y a partir de ellas, la razón, en su ejercicio, obtiene las demás verdades aplicando un método deductivo.

El Empirismo

Escuela filosófica que se caracteriza por defender la primacía del conocimien­to sensible, frente a la aportación de la razón, en el plano del conocer.
A diferencia de los racionalistas, los empiristas rechazan la existencia de las ideas innatas. Todos los contenidos mentales proceden de la experiencia sen­sible y, por tanto, son adquiridos. Lo sensible se presenta como criterio de ver­dad o falsedad y la inducción como modelo de conocimiento.

2.5.Hume

Para Hume, el conocimiento se origina en la experiencia, en los datos que aportan los sentidos. Todo nuestro conocimiento procede de la experiencia. A los datos que nos proporcionan los sentidos, Hume los denomina impresiones.

Cuando la impresión directa de algo desaparece (los sentidos ya no son estimulados) queda lo que llamaremos idea, o huella debilitada de una impresión no presente. Al conjunto de impresiones e ideas, Hume lo llama percepciones.

Las impresiones se caracterizan por su simplicidad e inmediatez. Para Hume, por tanto, no se puede conocer lo que esté más allá de las impresiones. El conocí­miento es solo conocimiento sensible.
El paso de las impresiones a las ideas se produce gracias a la facultad de la memoria. ¿Cómo se produce, pues, el conocimiento? Hume basa el conocimien­to humano en el hábito o costumbre, que es facilitado por la memoria.

El conocimiento por la ex­periencia no es ni universal ni necesario



2.6. Idealismo trascendental de Kant

Kant se plantea una pregunta inicial distinta a la que se plantearon sus anteceso­res. No se plantea qué es el conocimiento sino hasta dónde es posible conocer.

Materia y forma

Para Kant, de acuerdo con Hume, todo conocimiento comienza en la experiencia sensible pero, en desacuerdo con Hume, no todo el conocimiento pro­cede de la experiencia.
Recibimos impresiones mediante los sentidos pero estas impresiones son or­denadas por el sujeto que las recibe. Kant denomina a las impresiones materia del conocimiento y a lo que aporta el sujeto que las conoce -esa ordenación­- forma del conocimiento.
A priori y a posteriori
A posteriori: lo que es conocido por medio de la experiencia.
A priori:
Lo que es conocido sin necesidad de la experiencia.
La materia del conocimiento es a posteriori; la forma es a priori. La materia es a posteriori porque está constituida por los datos que recibimos de los sentidos. La forma es a priori porque la aporta el sujeto que conoce con motivo u oca­sión de esas impresiones. Gracias a la forma, mis impresiones no son caóticas.
La uníón de materia y forma constituye el objeto conocido.

Kant y la oposición Racionalismo-Empirismo

Los racionalistas sostienen que el sujeto puede obtener conocimiento a tra­vés del uso exclusivo de la razón y sin tener que recurrir a la experiencia. Kant sostiene que es cierto que el sujeto aporta la forma sin necesidad de recurrir a la experiencia, pero ésta, la forma, se activa con la presencia de la experiencia.
Los empiristas sostienen que el conocimiento es solo experiencia, impre­siones. Kant reconoce el valor de la experiencia pero ésta necesita la es­tructuración de la forma.
¿Qué límites tiene el conocimiento para Kant? El ser humano no puede co­nocer la cosa en sí, solo puede conocer el fenómeno, es decir, los datos sen­sibles ordenados o estructurados por el sujeto.

3. El conocimiento y la verdad

El deseo de conocer es una carácterística común a todos los seres humanos. Este deseo implica el deseo de alcanzar la verdad.
Tradicionalmente se distinguen dos sentidos de la verdad: para referirse a una realidad concreta (verdad ontológica) y para referirse a un juicio (verdad lógi­ca).

3.1. Verdad ontológica

Es la verdad entendida como propiedad de las cosas. Tiene su origen en los comienzos de la filosofía en la Grecia antigua. Es la verdad como alétheia, como desvelamiento de lo que está oculto.
La verdad, como propiedad de las cosas, se opone a lo meramente imagina­do o pensado.

3.2. Verdad lógica

Es la verdad expresada mediante juicios. Un juicio es una proposición que une un predicado a un sujeto mediante el verbo copulativo ser. En este sen­tido, la verdad es la adecuación entre lo que se dice y la realidad sobre la que se habla.
4. Escepticismo y relativismo
4.1. El escepticismo
Ante la verdad y su posibilidad caben distintas posiciones. Para el escepticis­mo radical, la verdad no existe y, si existiera, el ser humano no sería capaz de conocerla. Esta postura filosófica surge ya en la Grecia antigua y, en la actúa­lidad, sus formulaciones suelen ser parecidas a las de esa época.
La realidad es solo apariencia y de lo aparente no se puede decir verdad algu­na. Los escépticos se abstienen de todo juicio sin afirmar ni negar nada para no caer en error alguno.
De todas formas, cabe un sano escepticismo:
la postura cautelosa de quien no se cree todo a la primera, sino que busca indicios razonables de credibilidad.

4.2. El relativismo

Se llama relativismo a la postura que defiende que no hay verdades absolutas, pues verdad o falsedad dependen de las circunstancias en las que son recono­cidas como tales. La verdad es relativa.
A diferencia del escepticismo, el relativismo no niega la realidad, sino que la hace depender del sujeto que la conoce y de sus circunstancias.
Como en el caso del escepticismo, también cabe un relativismo moderado saludable consistente en adoptar una actitud crítica ante, por ejemplos, estilos de vida contrarios a la dignidad humana y que se quieren formular como váli­dos. Este relativismo moderado puede ayudar a confrontar la verdad y a evitar el dogmatismo.

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