Comparacion platon aristoteles

ARISTÓTELES


INTRODUCCIÓN


eniendo en cuenta las declaraciones del propio Aristóteles en el comienzo de la Ética a Nicómaco, donde dice que se debe preferir la verdad a la amistad, lo que si parece cierto es que después de una época platónica, Aristóteles se separó de su maestro: la teoría de las ideas no le pareció consistente.De hecho, encontramos una crítica de ésta en los libros A, M y N de la Metafísica. En los dos últimos habla el filósofo de los platónicos en tercera persona, poniendo de manifiesto su voluntad de ruptura. Sin embargo y pese a las profundas diferencias entre ambos filósofos, Aristóteles no perderá la visión dualista de la realidad aunque sí echará por tierra la transcendencia absoluta del mundo platónico de las ideas: el chorismós o abismo existente entre las esencias eternas e inmóviles y la realidad siempre cambiante del mundo.
No obstante, Aristóteles no suprime ese abismo, sino que lo introduce en el interior mismo de los seres terrenales (del mundo sublunar), quedando a salvo del azar y la contingencia el mundo supralunar: esa región celeste y etérea absolutamente ordenada y regular.

CRÍTICA A


LA TEORÍA DE LAS IDEAS

La crítica aristotélica se centrará fundamentalmente en el carácter separado y trascendente de las ideas platónicas . Fue platón y no Sócrates (que se limitó a buscar y definir la esencia de las cosas, para poder conocerlas a través del lenguaje) el que otorgó una existencia absolutamente separada a las esencias, denominándolas ideas:
«Pero Sócrates no atribuía existencia separada a los universales ni a las definiciones. Sus sucesores, en cambio, los separaron, y proclamaron ideas a tales entes, de suerte que les aconteció que hubieron de admitir, por la misma razón, que había Ideas de todo lo que se enuncia universalmente.»
(METAFÍSICA, M, 1078b 30)
Aunque Aristóteles no reduce la filosofía a la física, ya que afirma la existencia de seres no sensibles (esencias), sí renuncia al carácter trascendente y separado de las ideas, ya que éstas, en última instancia, deben explicar los acontecimientos y seres del mundo en que vivimos, si se quiere construir una ciencia (episteme) que nos incumba y no sólo una idea de la ciencia.
Por ello, las esencias (que otorgan la necesidad y permanencia que lo sensible no posee) deben ser inmanentes a las cosas mismas si queremos reconocerlas como tales y que cumplan su función: determinar a las cosas a ser esto o lo otro. Si las ideas se encontraran separadas no podrían determinar a las cosas de ninguna manera, por ser trascendentes a ellas. Además, los conceptos platónicos de imitación y participación tampoco explican realmente nada y añaden mayor confusión al asunto. Se trata de hacer ciencia, no de crear bellos mitos.
La teoría de las ideas tampoco cumple su función explicativa de la realidad, porque ellas, en su eternidad inmóvil son incapaces de explicar la existencia del movimiento y del cambio de los seres, y mucho menos, de ser causa de ellos. Efectivamente, al platonismo se le presenta el siguiente problema: si las ideas son eternas e inmóviles, cómo dan razón de los cambios y movimientos a los que están sometidos los seres de este mundo, sobre todo teniendo en cuenta que éste mundo nuestro no es más que una copia e imitación de aquel. Mala copia es este mundo ya que asume atributos que el original no posee: el movimiento, el cambio, la pluralidad.
Si se trata de hacer ciencia sobre el mundo que nos interesa, en el que vivimos, las ideas no satisfacen su función causal. Por ello, Aristóteles asegura que es imposible que las esencias de las cosas estén separadas de las cosas mismas. Las ideas son quimeras, hipóstasis de lo sensible mismo. Y, por lo tanto, podemos prescindir de la teoría platónica de las ideas porque más que explicar la realidad, la complica.
Sin embargo, Aristóteles no se separa del todo de su maestro: al igual que Platón, admitirá la existencia de seres no sensibles, las esencias, pero esta vez inmanentes (inoculadas) dentro de las cosas singulares como su «forma» para formar, junto con la materia, un compuesto unitario:

La substancia

En ello consiste la teoría hilemórfica de Aristóteles: introducir el mundo ideal platónico dentro de nuestro propio mundo, como un coelemento de éste, sin que perdamos nuestra unidad. Esto tiene la ventaja de que podemos hacer ciencia de lo que es inmutable y universal sin perdernos en las alturas: solo hay ciencia de las esencias, pero éstas se encuentran en las cosas mismas: lo universal se halla subsumido en lo particular en un vínculo íntimo que nos permite la unidad del hombre con la naturaleza y el privilegio de su conocimiento.

LA SUBSTANCIA


La substancia es aquello que posee ser por sí misma y no necesita de otras categorías para ser.La subsatancia es el sujeto del que se predica todo lo demás. Es la categoría fundamental porque el resto de ellas se dicen de un sujeto, necesitan de un sujeto para ser: rojo, cálido, enfadado, … son afecciones, modificaciones o acciones de un sujeto. Sin éste, no pueden darse. No hay cálido sinó algo (clima, carácter, agua, etc.) que muestra esa cualidad. Pues bien, la Ousía o substancia, en tanto que sujeto en el que se inhieren el resto de las categorías, es el individuo particular, la cosa individual y concreta de la que predicamos (decimos) algo. Caballo, mesa, árbol, piedra,… todos ellos son substancias y, como veremos más adelante, compuestos hilemórficos.Las afecciones, acciones y determinaciones de la substancia (de los seres concretos y particulares) son denominadas por Aristóteles accidentes, es decir, aquello que necesita de otro (de la substancia) para ser.
Así, nos queda lo siguiente:
El ser se dice en múltiples sentidos; el primero es la ousía o substancia, porque no necesita de otro para ser . También se dice el ser como aquello que modifica, determina o cualifica a las substancias : los accidentes, que son las nueve categorías restantes (cantidad, cualidad, lugar, tiempo, etc.) y que mantienen una relación de dependencia con la primera categoría, sin la cual no pueden darse.
Aristóteles, especifica aún más qué sea la Ousía, llegando a la siguiente consideración:
Hay una Primera ousía (próte ousía), que es el individuo concreto, cada ser individual que existe por sí mismo.Pero hay también una Ousía segunda (deutera Ousía) que es la idea, la esencia o quiddidad de ese ser. esto es, la especie, el concepto que tenemos y que define a ese ser. El universal. Los conceptos universales nos muestran la esencia (qué es) de las cosas. El concepto «perro» se aplica universalmente a todos los animales de esta especie, sin tener en cuenta sus accidentes. No se es más o menos «perro» por tener el pelo castaño en vez de gris, o tal o cual estatura. Los conceptos universales se refieren a la esencia de los seres y no a sus accidentes, que pueden cambiar y ser absolutamente diferentes en un perro y en otro.

LA TEORÍA HILEMÓRFICA


Aristóteles le ha devuelto al mundo su realidad: lo que «es» realmente son las cosas (subsatancias) y no las ideas separadas de Platón.Estas substancias están compuestas de dos coelementos o principios inmanentes: la materia (hylé) y la forma (morphé). El hilemorfismo es la teoría que afirma que las substancias son un compuesto de materia y forma. Veámoslo.
LA FORMA es la esencia de la cosa, el qué es la cosa. Es decir, aquello que determina a algo a ser ese algo y no otra cosa. Por eso la forma es la especie, las notas esenciales que hacen que algo sea lo que es y, por lo tanto, pueda ser conocido y definido. Esta forma es eterna, pero no puede existir sin la materia, el otro polo de la substancia.La forma es también considerada la naturaleza propia de la cosa, es decir, su principio inmanente de actividad y desarrollo por el cual llega a hacerse como tal ser. Nosotros seguimos utilizando actualmente esta manera de hablar. Decimos que hay personas que tienen una naturaleza irascible o inquieta. LA MATERIA es aquello que es determinado por la forma para sacarla a la luz (hacer presente a la forma). Sin materia no habría substancias. Y que efectivamente las hay no es algo que haya que demostrar.La materia es indeterminada, ya que no posee ninguna forma que la determine a ser algo. Es lo que es susceptible de recibir una forma sin ser de hecho ninguna. Sin una forma que la determine, la materia no sería ni perceptible ni cognoscible
Por lo tanto la materia no es el material de que está hecho algo. Madera, hierro, plástico,… son todos materiales que ya tienen una forma. Si podemos definir «madera» es porque ésta ya posee de hecho un principio determinante que la hace ser lo que es: madera.La materia de la que habla Aristóteles (próte hyle) o materia primera, es algo carente de forma, de cualidades o de extensión. Dicha materia es incorruptible y opera como sustrato último de toda determinación, aquello en lo cual tiene lugar toda determinación. Por ello la materia primera es informe e indeterminada, imperceptible , incognoscible y eterna.
A lo material conocido, perceptible, lo llama Aristóteles eschaté hyle, es decir, materia próxima, que constituye la diversidad de materiales que conocemos: bronce, mármol, madera, poliuretano, vidrio, hierro, plástico, etc. Esta no es la materia pura porque ya está determinada por una forma (la forma de bronce, la forma de mármol, etc.).
Así pues, la substancia está formada por dos coelementos eternos, materia y forma, que son diferenciables tan solo por el pensamiento y no en la realidad física, donde siempre se dan indisolublemente unidas la una a la otra. Aristóteles ha solucionado así el problema de la trascendencia de las esencias, al quedar estas inheridas dentro del compuesto.
Paradójicamente, no obstante es la materia la que individualiza las formas o las especies, produciendo la multiplicidad y diversidad de seres dentro de una misma especie. Todos somos hombres por tener la misma esencia común, pero no todos somos iguales. Las diferencias sobrevienen por la materia: ésta recibe de múltiples maneras la forma universal.
y 7. Sociedad y política
La teoría social y política aristotélica
1.El interés por las cuestiones sociales y políticas es una de las características de la actividad filosófica de Platón, y queda reflejado suficientemente en la República. Aunque en Aristóteles no alcance la misma dimensión que en Platón también formará parte importante de su obra, especialmente en correlación con la ética, configurando lo que se ha dado en llamar la filosofía práctica aristotélica. Aristóteles estudia las cuestiones sociales y políticas en las «Constituciones» y en la «Política». Más que el diseño de lo que debería ser una sociedad perfecta o justa, lo que le interesa a Aristóteles es determinar las características del espacio social en el que se ha de desarrollar la vida del hombre. También bosquejará tímidamente su sociedad ideal, en los libros 7 y 8 de la «Política»; pero al igual que en otros aspectos de su obra se sentirá más atraído por el análisis de la experiencia, en este caso, el del experiencia de la vida colectiva o social del hombre.
2.Respecto al origen y constitución de la sociedad mantendrá, al igual que Platón, la teoría de la «sociabilidad natural» del hombre. El hombre es un animal social (zóon politikon), es decir, un ser que necesita de los otros de su especie para sobrevivir; no es posible pensar que el individuo sea anterior a la sociedad, que la sociedad sea el resultado de una convención establecida entre individuos que vivían independientemente unos de otros en estado natural: «La ciudad es asimismo por naturaleza anterior a la familia y a cada uno de nosotros». El todo, argumenta Aristóteles, es anterior a las partes; destruido lo corporal, nos dice, no habrá «ni pie ni mano a no ser en sentido equívoco»; el ejemplo que toma como referencia sugiere una interpretación organicista de lo social, en la que se recalca la dependencia del individuo con respecto a la sociedad
«Es pues manifiesto que la ciudad es por naturaleza anterior al individuo, pues si el individuo no puede de por sí bastarse a sí mismo, deberá estar con el todo político en la misma relación que las otras partes lo están con su respectivo todo. El que sea incapaz de entrar en esta participación común, o que, a causa de su propia suficiencia, no necesite de ella, no es más parte de la ciudad, sino que es una bestia o un dios». («Política», libro 1,1)
3.El núcleo originario de la comunidad social o política es la familia. Las necesidades naturales de los hombres, las necesidades reproductivas que llevan al apareamiento, por ejemplo, llevan a la configuración de este pequeño grupo social que será la base de organizaciones más amplias como la aldea y la ciudad: «La familia es así la comunidad establecida por la naturaleza para la convivencia de todos los días». Las pequeñas asociaciones de grupos familiares dan lugar a surgimiento de la aldea; y la asociación de aldeas da lugar a la constitución de la ciudad: «de aquí que toda ciudad exista por naturaleza, no de otro modo que las primeras comunidades, puesto que es ella el fin de las demás». Aristóteles utiliza también el argumento del lenguaje para reforzar su interpretación de la sociabilidad natural del hombre: a diferencia de otros animales el hombre dispone del lenguaje, un instrumento de comunicación, por ejemplo, que requiere necesariamente del otro para poder ejercitarse; sería absurdo que la naturaleza nos hubiera dotado de algo superfluo; y sería difícilmente explicable el fenómeno lingüístico si partiéramos de la concepción de la anterioridad del individuo respecto a la sociedad.
«El por qué sea el hombre un animal político, más aún que las abejas y todo otro animal gregario, es evidente. La naturaleza – según hemos dicho – no hace nada en vano; ahora bien, el hombre es entre los animales el único que tiene palabra.» (Política, libro 1, 1)
4.Aristóteles, como Platón, considera que el fin de la sociedad y del Estado es garantizar el bien supremo de los hombres, su vida moral e intelectual; la realización de la vida moral tiene lugar en la sociedad, por lo que el fin de la sociedad, y del Estado por consiguiente, ha de ser garantizarla. De ahí que tanto uno como otro consideren injusto todo Estado que se olvide de este fin supremo y que vele más por sus propios intereses que por los de la sociedad en su conjunto. De ahí también la necesidad de que un Estado sea capaz de establecer leyes justas, es decir, leyes encaminadas a garantizar la consecución de su fin. Las relaciones que se establecen entre los individuos en una sociedad son, pues, relaciones naturales. Aristóteles estudia esas «leyes» de las relaciones entre los individuos tanto en la comunidad doméstica, la familia, como en el conjunto de la sociedad, deteniéndose también en el análisis de la actividad económica familiar, del comercio y del dinero.
5.Así, respecto a la comunidad doméstica, considera naturales las relaciones hombre-mujer, padres-hijos y amo-esclavos; de esa naturalidad se deduce la preeminencia del hombre sobre la mujer en el seno de la familia, la de los padres sobre los hijos y la del amo sobre los esclavos; en este sentido no hace más que reflejar las condiciones reales de la sociedad ateniense de la época, limitándose a sancionarla. Resulta chocante en la actualidad la consideración de la esclavitud como un estado natural de algunos hombres, tanto como la consideración negativa y subsidiaria de la mujer. Respecto a la actividad económica considera que hay una forma natural de enriquecimiento derivada de las actividades tradicionales de pastoreo, pesca, caza y agricultura, estableciendo sus dudas acerca de que sea una actividad natural el trueque, a menos que sea para satisfacer una necesidad. El uso del dinero como forma de enriquecimiento es considerado «no natural», criticando especialmente el aumento del dinero mediante el préstamo con interés; (no podemos imaginar lo que pensaría Aristóteles de nuestro actual sistema financiero…)
6.En el estudio de las diversas Constituciones de las ciudades-estado de su época nos propone una teoría de las formas de gobierno basada en una clasificación que toma como referencia si el gobierno procura el interés común o busca su propio interés. Cada una de estas clases se divide a su vez en tres formas de gobierno, o tres tipos de constitución: las buenas constituciones y las malas o desviadas. Las consideradas buenas formas de gobierno son la Monarquía, la Aristocracia y la Democracia (Politeia); las consideradas malas, y que representan la degeneración de aquellas son la Tiranía, la Oligarquía y la Democracia extrema o (Demagogia). La Monarquía, el gobierno del más noble con la aceptación del pueblo y el respeto de las leyes, se opone a la Tiranía, donde uno se hace con el poder violentamente y gobierna sin respetar las leyes; La Aristocracia, el gobierno de los mejores y de mejor linaje, se opone a la Oligarquía, el gobierno de los más ricos; La Democracia o Politeia, el gobierno de todos según las leyes establecidas, se opone a la Demagogia, el gobierno de todos sin respeto de las leyes, donde prevalece la demagogia sobre el interés común.
Las formas de gobierno
La Democracia moderada o «Politeia» es considerada por Aristóteles la mejor forma de gobierno, tomando como referencia la organización social de la ciudad-estado griega; una sociedad por lo tanto no excesivamente numerosa, con unas dimensiones relativamente reducidas y con autosuficiencia económica y militar, de modo que pueda atender a todas las necesidades de los ciudadanos, tanto básicas como de ocio y educativas. Lo que le hace rechazar, o considerar inferiores, las otras formas buenas de gobierno es su inadecuación al tipo de sociedad que imagina, considerándolas adecuadas para sociedades o menos complejas y más rurales o tradicionales; pero también el peligro de su degeneración en Tiranía u Oligarquía, lo que representaría un grave daño para los intereses comunes de los ciudadanos. Probablemente Aristóteles tenga presente el tipo de democracia imperante en Atenas a finales del siglo V, la de la Constitución de los cinco mil; le parece preferible una sociedad en la que predominen las clases medias y en la que en los ciudadanos se vayan alternando en las distintas funciones de gobierno, entendiendo que una distribución más homogénea de la riqueza elimina las causas de los conflictos y garantiza de forma más adecuada la consecución de los objetivos de la ciudad y del Estado.

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