3era evaluacion

Kant: problema conocimiento y metafísica Edad Moderna


La obra de Kant desemboca en las dos corrientes de la filosofía moderna (Racionalismo y Empirismo). Es un decidido defensor de la Ilustración (actitud mental por la que el hombre adquiere autonomía y se decide a «salir de su minoría de edad utilizando la razón en ayuda de otro». En las universidades alemanas predominaba el Racionalismo dogmático de Leibniz y Wolf. El único conocimiento científicamente válido es el basado en las ideas innatas de la razón (Descartes). Wolf quería construir una metafísica científica, un saber acerca del alma, del mundo y de Dios sin contar con la experiencia sensible. Kant acepta la influencia del Empirismo británico que rechaza que la metafísica sea una ciencia (funda el conocimiento en la experiencia). Dirá que Hume fue quien le hizo despertar del sueño dogmático, el sueño del Racionalismo dogmático que creían hacer ciencia solo por deducción racional a partir de las ideas innatas- Hume mostró que la experiencia no es fundamento suficiente de los juicios universales y necesarios ya que la experiencia jamás aporta información sobre todos los casos, si no solo sobre la que tenemos experiencia (nunca es universal); y todo cuanto acontece a nuestra experiencia puede ser de otra manera (contingente). Si la experiencia no es universal ni necesaria, no se puede hacer ciencia de los juicios universales y necesarios, sino de los juicios particulares y contingentes. Kant aborda el problema de la universalidad y necesidad de la ciencia que Hume acaba de cuestionar con su Empirismo radical, con el que pretende demostrar que la física de Newton no sólo describe bien lo que pasa sino que también funciona siempre y que los fenómenos que describe se comportan así y no pueden comportarse de otra manera. La ciencia se basa en la convicción de que todo lo que sucede sucede por algo. Si estos juicios causales no proceden de la experiencia, porque en la experiencia no encontramos la idea de causalidad, ¿cuál es el fundamento de la relación causal? La ciencia no aporta universalidad y necesidad, sino que aporta certeza práctica (progreso y acuerdo): los científicos se ponen de acuerdo en sus teoría y las teorías modernas mejoran las precedentes. Sin embargo en la metafísica no hay acuerdo entre los filósofos y tampoco está claro que exista progreso. La metafísica al carecer de acuerdo y progreso no es científica, pero ¿podría llegar a serlo? Para Kant la ciencia es un sistema de juicios sintéticos que tiene que reunir las dos dimensiones: referirse a la experiencia (sintético) y hacerla de manera universal y necesaria (a priori). Hay que aceptar que la universalidad y necesidad de la ciencia no lo pone la experiencia, si no el sujeto que conoce, lo puro (aquello que encontramos en cada una de las facultades de conocimiento pero purificado de cualquier añadido que proceda de la experiencia), y lo trascendental (eso puro lo tenemos todos los seres humanos porque no podemos sentir ni entender lo que sentimos sin esas formas puras). Todos construimos y comprendemos la experiencia por igual y ningún sujeto racional puede hacerlo de otra manera.


Siendo como somos seres temporales y corporales, solo podemos sentir algo si dura en el tiempo y si ocupa un lugar en el espacio. La duración y la extensión son las únicas condiciones en las que cualquier sujeto puede sentir las impresiones que le llegan de la realidad (espacio y tiempo=intuiciones puras). La uníón de esas impresiones se llama fenómeno. Puede haber dimensiones de la realidad que no estemos en condiciones de sentir porque no se dejan reconstruir espacio-temporalmente (noúmeno), es decir, solo una parte de la realidad es compatible con nuestra forma de conocerla. Los seres humanos construimos fenómenos pero también necesitamos establecer relaciones de causa y efecto a estos. La facultad encargada de juzgar o unir lo que sentimos es el entendimiento. La cosmología, psicología y teología tradicionales (las presuntas ramas del saber metafísico) se desarrollan a partir de un error: la aplicación ilegítima de las categorías del entendimiento al mundo, alma y Dios. Porque el mundo no es un objeto de la experiencia sensible (no lo experimentamos) ni Dios ni el alma son objeto de la experiencia sensible (son suprasensibles). Por lo tanto no es posible que la metafísica sea una ciencia. El mundo, alma y Dios, para Kant, sirven para almacenar ordenadamente el conocimiento que nos proporcionan las ciencias: alma= conocimientos físicos de los fenómenos inmateriales (solo tienen duración); mundo= conocimientos físicos de los fenómenos materiales (duración y extensión); y Dios= todos los conocimientos anteriores en una unidad mayor (infinito). La metafísica puede cumplir una función indispensable para la racionalidad humana. El ser humano no se conforma con lo fenoménico. Puede y aspira a seguir pensando en lo nouménico, en aquella dimensión de lo real que no podemos conocer porque no estamos en condiciones de configurarla espacio-temporalmente. Del Racionalismo, Kant considera que la razón no puede deducir de las ideas innatas todo el edificio del saber; y del Empirismo considera que sí está capacitada para construir conocimiento más allá de la experiencia. Aunque tanto las impresiones como las ideas innatas son necesarias, no bastan por sí solas. Conocer es organizar las impresiones de los sentidos de acuerdo con las ideas de la razón. Las impresiones sin ideas son ciegas y las ideas sin impresiones vacíos. Racionalismo y Empirismo tienen que complementarse mutuamente y dejar atrás sus respectivos radicalismos. 


Marx: el problema de la política y la sociedad edad contemporánea


La filosofía occidental define al hombre como un ser racional cuya esencia consiste en su capacidad para entender el mundo. Para Marx esta definición es errónea e ideológica porque lo propio del hombre no es la racionalidad teórica sino su necesidad de transformarlo por medio del trabajo para vivir en él y porque el filósofo identifica su privilegiada situación con la «naturaleza humana», olvidándose del esclavo y de su trabajo que la hace posible. El hombre se relaciona consigo mismo, al trabajar ya que se convierte en lo que es, con la naturaleza porque tiene necesidades que para satisfacerlas debe transformar a naturaleza por medio del trabajo y con otras personas porque el trabajo está organizado por y en una sociedad en un momento determinado de su historia. El trabajo se realiza en modos de producción (un determinado tipo de estructura social) que se divide en infraestructura (a su vez dividida en sistema de producción y sistema de distribución de bienes) y superestructura (conjunto de ideologías vigentes para una infraestructura determinada). La infraestructura capitalista se divide en: sistema de producción (1relaciones de producción: el proletariado no es propietario de los medios de producción, lo es la burguésía. Se relacionan las clases burguesas y proletariadas mediante el contrato. Hay libertad recíproca entre las clases: el proletariado si no quiere no trabaja para el burgués y el burgués si no quiere no contrata al proletariado, pero sin el proletariado el burgués no puede explotar sus recursos y el proletariado precisa los bienes que este produce; 2fuerzas productivas: comprenden al proletariado con su fuerza de trabajo y a la tecnología del burgués), y sistema de distribución: el mercado regido por la ley de la oferta y la demanda. La superestructura es el conjunto de ideologías correlativas a una infraestructura determinada, y las ideologías son un conjunto de doctrinas que proporcionan a sus miembros una «imagen» del mundo y del hombre. Corresponden con el sistema de producción y de distribución de bienes (infraestructura) y tratan de legitimar el orden social vigente, ofreciendo una imagen distorsionada de la realidad («mentiras legitimadoras») y respondiendo a los intereses de las clases favorecidas. La ideología jurídica del liberalismo capitalista consagra como derechos fundamentales del individuo la libertad, la igualdad y la propiedad. Pero esto son mentiras al servicio de la clase dominante porque los derecho de participación política excluyen a las mujeres, jóvenes, no propietarios y trabajadores autónomos (sufragio censitario), la estructura social establece una situación de desigualdad entre las clases sociales porque el proletariado necesita al burgués al carecer de tierra y capital necesarios para elaborar los bienes con los que satisfacer sus necesidades; la situación económica del proletariado presiona sobre él para que acepte las condiciones laborales que el burgués le ofrece y al haber muchos proletarios y pocos burgueses, la oferta de fuerza de trabajo presiona sobre el trabajador que le hace aceptar el contrato, además de que al no tener un excedente de capital que le permita estar sin trabajar. El orden jurídico del capitalismo liberal es pernicioso porque consagra como derecho lo que constituye el origen del carácter alienante de la sociedad capitalista: el derecho a la propiedad privada La política la ejerce quien la puede ejercer: la burguésía. 


La religión conforta a quien sufre de injusticia y hace que se conforme con su situación, garantiza la justicia en el otro mundo y disuade al proletario de buscarla en este (la religión adormece al pueblo) y condena a la violencia, por lo que inhabilita al proletariado a llevar a cabo la revolución necesaria para la consecución de una sociedad más justa. La filosofía se enfrasca en problemas abstractos y olvida los conflictos reales del presente que solo superará si además de ser crítica se convierte en una actividad revolucionaria. Cualquier tipo de praxis que no sirva para la satisfacción de las necesidades humanas es alienante. La alienación del hombre de sí mismo que se produce en el capitalismo es consecuencia de la propiedad privada de los medios de producción y causa el carácter esclavista del capitalismo liberal. La plusvalía es la diferencia entre el valor de la fuerza de trabajo y el valor de mercado por el que el burgués vende el producto. El proletario para poder vivir se ve obligado a vender su fuerza de trabajo por un salario que nunca excederá el mínimo imprescindible para sobrevivir (salario de hambre). Tiene menos valor lo que paga el burgués al proletario que el producto elaborado con la fuerza del trabajo, y el burgués se queda con la diferencia (plusvalía). Al vender su fuerza de trabajo, el proletario se trata a sí mismo como una mercancía y quien se vende a sí mismo deja de pertenecerse. El precio que el burgués paga por convertirse en amo del proletario es el salario. Como propiedad del burgués, su finalidad es la de servir de mercancía en el intercambio mercantil. La naturaleza en el sistema capitalista es de propiedad privada: en vez de aparecer ante el hombre como hogar compartido se la presenta como propiedad ajena. En la infraestructura capitalista, la relación entre los hombre se articula de acuerdo a las clases sociales de los amos y la de los esclavos, pero no hay alienación entre clases sociales diferentes, sino también dentro de la misma clase social. Para Marx, los hombres pueden y deben desarrollar un trabajo solidario que atienda a las necesidades de todos y no solo a las propias de cada individuo. Pero esto es imposible en el capitalismo ya que las relaciones económicas están presididas por la competencia donde los proletarios compiten entre sí por el puesto de trabajo y los burgueses por la consecución del beneficio y el acaparamiento del mercado. Por lo que el origen de la alienación es la propiedad privada, siempre. El motor de la historia es la lucha de clases. La contradicción propia del capitalismo es el incremento de la población proletaria y la disminución de la burguésía: cada vez hay menos que tienen más. Porque no es posible que el proletariado llegue jamás a ser burgués, pero el burgués puede descender al abismo del proletariado a través del sumidero de la ruina; y la tendencia monopolística del sistema capitalista, es decir, la competencia determina quién es apto, a estos se les otorgan beneficios que se acumulan en pocas manos. Por lo que el capitalismo promueve la acumulación creciente del capital de los medios de producción en pocas manos. Marx considera que el movimiento de la historia debido a la lucha de clases tiene a un fin. En el s. XIX, su finalidad es llegar a una sociedad justa no alienante al servicio de la realización del hombre mediante la satisfacción de sus necesidades. Una sociedad justa en la que se hayan abolido las clases sociales, donde la distribución se realizará de acuerdo al principio «a cada uno según sus necesidades y de cada uno según sus posibilidades») y donde se valorará tanto el trabajo manual como el intelectual. Este tipo de sociedad que está al servicio del hombre y en la que la propiedad de los medios de producción, de los recursos naturales y del producto del trabajo es común se llama comunismo. Se llegará a él mediante la revolución del proletariado, que arrancará el poder a la burguésía. Es inexorable y tendrá un carácter forzosamente violento, ya que nadie cede sus privilegios de forma pacífica. 


Nietzsche: el problema de la moral y de Dios edad contemporánea


Nietzsche enfoca su filosofía en la capacidad de la vida para producir y destruir la existencia, pone la vida como el criterio que marca el valor de todo (vitalismo). Desde el criterio vitalista, critica al carácter decadente de la cultura occidental porque está desvitalizada, no es la vida, sino la capacidad de la razón fundamental. Estudia el género teatral de la tragedia griega para conocer los valores originarios de la cultura occidental y luego hacer un estudio histórico de cómo se han ido modificando y los intereses a los que sirven (parecido al materialismo histórico de Marx). El protagonista de la tragedia griega aparece poseído por una pasión que no ha elegido ni merecido (Dios Dionisos); y frente a esa fuerza dionisíaca disolvente intentará afirmarse individualmente, perfilar su figura y crear un sentido a su existencia (Dios Apolo). La tragedia nos permite saber de antemano quién ganará, sin embargo, el espectador asiste a la apuesta por la libertad del héroe y a la fuerza de la vida que no solo destruye la existencia sino que también es capaz de crear sentido en el esfuerzo del héroe. Lo apolíneo ya no construye sentido, sino que ya existe, solo tiene que descubrirlo mediante conceptos universales o en el mundo de las ideas. Lo dionisíaco deja de tener el carácter vitalista de la tragedia y pasa a ser la cárcel del alma, el caballo negro a dominar. El culto a la gramática es como si las palabras tuvieran la capacidad de permitirnos comprender la vida con un sentido absoluto. Lo apolíneo-racional pierde el carácter creativo para obedecer el sentido que viene de las palabras. Y lo dionisíaco-material deja de ser ese destino azaroso productor y destructor de existencia, para alejarse lo más posible porque es fuente de error y confusión. Los protagonistas trágicos eran capaces de enfrentarse al destino trágico sin buscar ningún consuelo fuera de la vida. Los esclavos se dejaban disolver en lo dionisíaco mientras que los héroes griegos intentaban darle un destino individual. La religión cristiana predica una moral de esclavos, caracterizada por la obediencia, el sacrificio, la mansedumbre y el gregarismo. Estos esclavos son incapaces de ver la belleza apolínea del héroe que lucha por afirmarse contra el destino trágico. Esta traición de valores trágicos es decadente porque desvitalizan la vida, no es capaz de ver en ella la creación de un sentido individual y sucumbe al destino de la masa que solo busca consuelo. El sacerdote es la figura que ha sido capaz de crear esos valores decadente y de que la masa los asuma. Se parece al héroe porque crea valores con capacidad para ser asumidos por los demás. Sin embargo, su capacidad creativa es esclava porque con esos valores no representa la libertad y la fuerza creativa individual para crear sentido, sino que promueve el sometimiento al destino y la obediencia a un destino que viene de realidades no vitales. Además su capacidad de crear valores nuevos no tiene que ver con el amor a la vida del héroe sino que es una creación de valores reactiva movida por el odio a ese destino que le trae la vida del que quiere salvarse o del que busca consuelo. Esta creación de valores antivitalistas tiene como objetivo final dominar a la masa, la empuja a que renuncie y odie esta vida amando otra que no existe. Son valores que elogian la obediencia del rebaño de los cuales el sacerdote es el pastor. Con la Ilustración y el avance de la ciencia se produjo un acontecimiento trascendental: la muerte de Dios. Esto implica la pérdida del fundamento religioso sobre el que se sustentaba el sistema de valores de nuestra cultura occidental pues ya no es Dios quien nos proporciona el progreso, sino la ciencia y la política. 


Nietzsche se presenta a sí mismo como uno de los pocos que ha sabido advertir la muerte de Dios con un gay saber, sin miedo. La muerte de Dios es un hecho alegre porque implica desfundamentar la triste moral de esclavos del cristianismo. El hombre occidental no se ha dado cuenta de ese hecho trascendental ya que sigue viviendo normalmente (Nihilismo). Para que el hombre se de cuenta de ello, debe haber un profeta y ese será Zaratustra, que se dirigirá al «último hombre». Nietzsche advierte que su propuesta no es ateísta o inmoralista, porque implicaría una fe negativa consistente en creer que Dios no existe y que por lo tanto todo está permitido y que hay que practicar la inmoralidad. Su crítica a la moral no busca que la moral desaparezca, porque sin ella el animal humano jamás se elevaría sobre su animalidad y sería incapaz de construir la cultura y la civilización. El pesimismo moderno que dice que el mundo ya no vale nada tras la muerte de Dios es erróneo. Supone una concepción antropocéntrica del mundo, y no es así: el mundo se mantiene indiferente al margen de posibles plantes o expectativas humanas. Para el mundo y la historia, la filosofía del futuro debe ser desconfiada (filosofía de la sospecha) y tiene que acabar con falsas veneraciones pues el hombre tiende a creer que hay fuerzas superiores que dirigen el universo. Al morir Dios, el último hombre se apresurará a construir nuevos dioses («humano demasiado humano»). Por eso la filosofía de la sospecha deberá ser la del filósofo que filosofa a martillazos, que no solo asiste al derrumbamiento de los viejos ídolos cristianos, sino que una y otra vez tendrá que estar atento para derrumbar los nuevos ídolos. El filósofo del futuro se ha percatado de que ese otro mundo somos nosotros mismos. La ciencia moderna busca la verdad a todo precio, con un ascetismo y una capacidad de sacrificio que recuerdan a la antigua religión. La ciencia sustituye a Dios por la Verdad, convirtiéndose así en un síntoma más del Nihilismo moderno. Verdad y mentira han de entenderse en sentido extramoral (verdad=si fomenta y eleva la vida; falso=si la deprime o rebaja). Nietzsche considera que el engaño, la ilusión y la mentira son necesarios, estimulantes para la vida, y la verdad la deprime. La vida es amoral y se sitúa más allá del bien y del mal, ha de verse estimulada mediante un juego de apariencias. Ante la muerte de Dios el hombre se enfrenta a ser incapaz de asumirlo y perder su fe en el mundo trascendental lo que le llevaría a un Nihilismo reactivo (autoaniquilación) o la acepta y derriba los falsos ídolos que coartaban su libertad en pos de la creación de nuevos y más elevados valores que enriquezcan su vida. Aceptando la muerte de Dios se superará a sí mismo y preparará el advenimiento del superhombre capaz de generar su propio sistema de valores identificando como bueno todo lo que procede de su genuina voluntad de poder. Este Nihilismo positivo les hace afrontar la catástrofe de la muerte de Dios con buen ánimo: tras la noche del Nihilismo, se adivina la luz de la aurora. El Nihilismo y derrumbamiento de los antiguos valores han dejado sitio al hombre para ocupar el puesto del viejo Dios y crear nuevos valores que fomenten la vida y den sentido a su existencia. Nietzsche anuncia la muerte de Dios y el advenimiento de la moral vitalista gracias al ejercicio de la libertad y de la creatividad de los seres humanos que han elegido no ser rebaño. 


Ortega Y Gasset: el problema del conocimiento-metafísica y hombre edad contemporánea


Cada tiempo histórico se encuentra en una encrucijada: hacerse cargo o no de lo heredado de otros tiempos y organizar el mundo o no a su medida. Cada generación en su tiempo tiene una tarea histórica (el tema de nuestro tiempo) y llevarla a cabo será estar a la altura de los tiempos. La filosofía solo estará a la altura de los tiempos si es capaz de hacerse cargo del tema de su tiempo, en el caso de Ortega la superación del enfrentamiento entre cultura y vida. Esto es un error y para superar ese antagonismo, ese afán por poner a una por encima de la otra, habrá que fundir ambas realidades (raciovitalismo). La psicología, biología y teoría del conocimiento unen culturalismo y vitalismo. Las tres demuestran que nunca conocemos de manera objetiva sin que ese conocimiento sea solo subjetivo (psicología: el sujeto hace ver que capta la realidad de manera selectiva; biología: demuestra la existencia de umbrales de percepción; teoría del conocimiento: demuestra una capacidad selectiva para las verdades). Las personas conocen una perspectiva de la realidad (real y válida) pero parcial porque la perspectiva es un componente de la realidad, es la forma que adopta la realidad para el sujeto sin caer en el subjetivismo. Todo lo que tenemos son puntos de vista diferentes de la realidad, la perspectiva falsa es afirmar una verdad única. Estas formas diferentes no suponen la falsedad de una de ellas, sino la sustitución de una verdad intemporal por una verdad vital sensible a las variaciones individuales e históricas superando la ingenuidad de construir una filosofía que pueda alcanzar la verdad absoluta. Ese primitivismo es lo que precisamente expresa el concepto de mundo. Frente al mundo, el concepto de horizonte se refiere al conocimiento de la realidad de la perspectiva que el sujeto conoce. Sin embargo, no hay que confundir el perspectivismo con el escepticismo y el relativismo. Sí que existe la verdad pero la forma de conquistarla es complementando las visiones parciales de los diferentes sujetos desde su perspectiva vital e histórica. Por ello, la verdad es vital e histórica, sin ese procedo de conquista de la verdad, esta quedaría ignorada. Las cosas son aquello que reviste para nosotros cierta utilidad o que supone un obstáculo, lo que nos otorga una facilidad o una dificultad. Frente al relativismo, la verdad no puede ser negada; frente al Racionalismo, la verdad debe adquirir una dimensión vital como verdad de un individuo. La uníón de todas las perspectivas particulares solo puede corresponder al ser divino. Nuestro destino es observar y conocer la realidad desde nuestro punto de vista (el tema de nuestro tiempo). El Realismo es carácterístico de la filosofía antigua y medieval, concibe la realidad al margen del ser humano. El idealismo es carácterístico de la filosofía moderna, reduce al sujeto a ser pensante y hace del yo el juez último de la realidad. La realidad no es solo naturaleza ni conciencia o sujeto, las cosas, incluyendo al ser humano, no son algo fijo e inmutable y la conciencia, las ideas, no están aisladas, implican siempre pensar en algo. La realidad es la relación dinámica entre naturaleza y conciencia: la realidad radical sobre la que las demás se asientan y adquieren sentido es la vida, que designa una relación dinámica entre el sujeto y el mundo, sin prescindir ni otorgar prioridad a ninguno de los dos términos. 

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