Teología racional y teología revelada

.TEMA 1.Hablamos de teología racional cuando Dios se presenta como tema de la filosofía, y de teología revelada para referirnos a la que, por partir de la fe en la revelación, va más allá del conocimiento sólo racional. Las consideramos por separado, para estudiar, a continuación la relación entre ambas. Desde el punto de vista de la razón filosófica, es en Dios donde cobra pleno sentido la realidad, que se relaciona con él como su primer principio y su fin último. Y sin embargo, es lo último que debe ser estudiado, puesto que, el ente que es objeto propio de la inte­ligencia es, ante todo el material, dado que nuestra inteligencia no está en principio capacitada para conocer la realidad de los ángeles ni, mucho menos aún, la realidad de Dios. Carecemos de una intuición intelectual, metafísica, que nos ponga en contacto directo con las realidades trascendentes. De este modo, la influencia de Aristóteles en la teoría tomista del conocimiento lleva al Aquinate a afirmar que sólo a partir de lo sensible podemos elevarnos poco a poco al conocimiento metafísico de las realidades invisibles. Siendo esto así, podemos llegar a un cierto o relativo conocimien­to de Dios, a través de la decisiva noción de la analogía, sólo a partir de sus obras, remontándonos de los efectos a su causa primera. Esta vía afirmativa y analógica, es también vía de eminencia: afirmamos de Dios en grado máximo las perfecciones que aprecia­mos en las criaturas. De este modo, Dios sería conocido como la causa de todas las cosas pero siempre trascendíéndolas y estando muy por encima de ellas. Por eso la analogía, la semejanza no es aquí simétrica: las criaturas pueden ser consideradas semejan­tes a Dios, incluso reflejos o imágenes de Dios, pero a éste no se le puede considerar semejante a ninguna criatura. Más aún, en modo alguno podemos llegar a conocer la verda­dera esencia o naturaleza de Dios por medio de nuestra razón. A esto es también a lo que se llama la teología negativa. No podemos distinguir a Dios de las demás realidades mediante diferencias efectivas o positivas, ya que Dios trasciende todos los géneros, categorías y conceptos racionales. Mediante la teología que elabora la razón, la filosófica o racional, en principio sólo podemos saber de Dios que es, que existe; luego, podemos progresivamente establecer lo que no es: no es corpóreo, no está compuesto, su ser no es recibido ni tiene límites, ni está sometido a cambio alguno. La teología revelada, en cambio, es aquella que, a partir de la fe en la revelación, contenida, ante todo, en las sagradas Escrituras, y tenien­do en cuenta el valor y la autoridad de la tradición y de los santos Padres o primeros grandes teólogos, utiliza la razón y la filo­sofía para intentar profundizar en el conocimiento de las verdades reveladas.

Santo

Tomás la llamaba sacra doctrina o doctrina sagrada. En el fondo, hay una subordinación de la filosofía a la teología, como lo hay de la naturaleza a la gracia, de la razón a la fe, de lo creado a su Creador. Para entender la relación entre una y otra teología, se hace, como vemos, imprescindible una consideración del modo en que entendía santo Tomás las relaciones entre la razón y la fe, la naturaleza y la gracia. Aquí, el Aquinate establece una síntesis que constituye la culminación del pensamiento escolástico medieval. Para él, se da una necesaria armónía entre ambas, fe y razón, ya que las dos proceden de Dios. Es verdad que esta armónía hay que buscarla, y no siempre es sencilla, pero puede y debe haber un acuerdo entre lo que enseñan la filosofía y la teología y no pueden en lo esencial contradecirse. Si tal cosa pasara, supuesto que la fe guía e ilumina a la razón y está por encima de ella al considerarse un don sobrenatural, habría que pensar que la razón se equivoca, que hay un fallo de razonamiento o que se parte de premisas inciertas. La razón y la fe se distinguen, pues, como se diferencian la filosofía y la teología revelada. A veces compartirán verdades, respecto de las cuales no divergen por sus contenidos, sino por la fuente de conocimiento: la fe (teología revelada) o la razón (teología racional). Es el caso de los llamados preámbulos de la fe (p.E., la existencia de Dios, la creación del mundo o la inmortalidad del alma), verdades que pueden ser conocidas por la razón, pero han sido también reveladas por su necesidad moral para que los seres humanos se salven y lleguen al conocimiento de Dios, tan arduo para la razón. Otras veces, la fe tendrá acceso a verdades reveladas que superan la capacidad de la razón natural (artículos de fe). Así, por ejemplo el misterio de la Encarnación o la Trinidad.

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