Las ideas son cosas

Tema 1.Por Idea o Forma no entiende Platón un contenido del entendimiento, algo que estuviese en la mente humana, sino una entidad autosubsistente, existente por sí misma. Cada una de estas Ideas reúne los caracteres del ser de Parménides: es eterna, simple (es decir, indivisible), inmutable, y limitada. Por esto mismo, las Ideas son trascenden­tes o separadas con respecto a las cosas sensibles y situadas en un plano superior al mundo físico. Ellas son las que en­cierran el verdadero ser de las cosas, su esencia La teoría de las Ideas, así concebidas, fue progresivamente perfilada a lo largo de la obra de Platón, de modo que ofreciera respuestas en los múltiples niveles desde los que se podía abordar la realidad: epistemológico, ético, político, ontológico, antropológico. En los primeros diálogos (diálogos socráticos), el papel de las Ideas está íntimamente vinculado al problema epistemológico del fundamento del conocimiento intelectual. Partiendo, como heredero de Sócrates, de la necesidad de superar el relativismo moral sofista, Platón concluye que solo a partir de las esencias universales, expresadas en la definición, puede alcanzarse una consideración del bien y la justicia en sí mismos, no como se presentan a cada cual. La condición de este conocimiento absoluto y no sometido a la cambiabilidad de las opiniones ha de estar en que la inteligencia conozca los significados es decir, sepa «qué es» algo independientemente de la ex­periencia sensible, esto es, «antes» de que la sensibilidad haya visto el este concreto. Ello significa que la inteligencia capta un objeto superior a la cosa individual concreta. Del mismo modo que la definición de un caballo sensible se mantiene estable aunque cambien elementos individuales y concretos como son el color del pelo, o su pérdida o haber sufrido una amputación, por mucho que cueste delimitar los rasgos que definen el «ser caballo» ―que incluye pelo, patas, ojos, etc.―, también la definición del bien o la belleza o la virtud, el buen gobierno, la justicia, etc., fija una unidad que sobrevuela la variabilidad de sus realizaciones sensibles. En el mundo sensible, en general, nunca encontraremos más que casos particulares, insuficientes para fundamentar un verdadero conocimiento, el que aprehende la esencia universal. Esta no puede provenir de la expe­riencia sensible, que es solo la ocasión que trae a la mente nociones previamente conocidas. Así, es la «Idea de caba­llo» ―la «equinidad»―, no el caballo sensible, la que es eternamente ella misma, pudiéndose identificar perfectamente en una operación intelectual intuitiva (nóesis), solo posible si ya se dispone de la esencia inteligible con anterioridad a la experiencia de sus realizaciones sensibles, desde las que hay que remontarse en un proceso discursivo ascendente (dialéctica). Una vez erigidas las Ideas en condiciones absolutas del conocimiento, los diálogos platónicos intermedios y de madurez recogen la progresiva evolución hacia la tras­cendencia de las Ideas como esencias separadas de las cosas, tal como se formula la teoría en su versión casi definiti­va en Banquete y Fedón, y ya completamente acabada en República y Fedro. Los problemas que plantea este desenvolvimiento ontológico de la teoría derivan, principalmente, del dualismo implicado en la afirmación de la existencia autónoma de las Ideas o Formas. Esta configura dos órdenes o dimensiones de lo real, el mundo sensible y el mundo inteligible, entre los cuales ha de existir una relación que, para Platón, es doble: relación de imitación y de participación. El mundo sensiblees el mundo inmediato que nos es dado a través de los sentidos. Las cosas de este mundo no tienen verdadero ser, si­no que están en un permanente devenir. Sin embar­go, y puesto que podemos hablar de este mundo, algún ser han de tener: el que les viene dado de las Ideas. Platón dice que tienen un ser participado(participan del ser de las Ideas en un sentido similar a como la imagen del espejo participa del ser del que es re­flejo). Tal ser es el resultado de una ordenación (efectuada por un demiurgo) de la materia caótica preexistente según el modelo de las Ideas (imitación), nunca igualable por un mundo condicionado por la indeterminación de la materia.Esa dualidad, a la que en el orden antropológico corresponde la composición de cuerpo corruptible y alma inmortal, accidental y transitoriamente unidos, establece una jerarquía de realidades. En el estrato inferior está la materia primitiva. Desde ahí, se asciende a través de los entes sensibles hasta llegar a las Ideas de estos mismos, las Ideas matemáticas, las Ideas de las propiedades transcendentales y, finalmente, la Idea de Bien como Idea suprema culminante de una comunidad perfectamente estructurada y jerarquizada. De ella reciben las demás Ideas un ser por participación. Siendo más que una idea, el Bien constituye la justificación última del mundo y de la vida humana como fundamento de lo que tienen en común todas las Ideas: la perfección y plenitud del ser. Las progresivas dificultades en que se ve envuelta la teoría de las Ideas son reconocidas por el mismo Platón que, en los diálogos de vejez, afronta críticamente problemas lógicos y ontológicos sin solución.


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